A. R.

«Es una práctica aberrante y brutal. No me sentiría resarcido por lo que pasé ni con 900, ni con 9.000 euros».

Tajante y explícito, tanto como la sentencia que logró del juez, se muestra el gijonés Carlos León cuando explica el acoso, hostigamiento y «atropello brutal, de una violencia psicológica clara», del que fue objeto por parte directa de la empresa Konecta e, indirectamente, por Vodafone España. De ahí que haya decidido que no va a ingresar ni a beneficiarse de los 900 euros que el juez ha estipulado que le deberá entregar Vodafone España, más los intereses de demora, en concepto de indemnización por los daños morales sufridos. Carlos León ya ha comunicado a los portavoces de la delegación asturiana de la Unión de Consumidores, con quienes fue de la mano en este recurso, que donará ese dinero «para que lo use la UCE defendiendo a personas que estén sufriendo lo mismo que he pasado yo. Sólo con eso me sentiré resarcido de la conducta indeseable de estas empresas». Y piensa que será un dinero que no dará para mucho, porque desde la UCE le han asegurado que «media España» está padeciendo acosos semejantes.

«No podemos permitir que se llegue a estos extremos. Lo que hacen es pura violencia, concebida como tal. Vodafone sabe que no contrata a una empresa para que haga una verdadera labor de intermediación en la gestión de esos cobros. Nadie te escucha ni tienes interlocutores con los que puedas revisar lo sucedido y hacer unos planteamientos serios. Todo está concebido y pensado para extorsionar claramente al afectado, para socavarte la moral», sostiene. Y admite, como hizo en la demanda, que con él lo consiguieron. «Me quebraron, lo reconozco. Y eso que soy un tipo curtido en mil batallas, con más tiros pegados que en la batalla de Brunete...», cuenta. Técnico de la Administración, acostumbrado a papeleos y a recursos, creyó que sabría protegerse. De ahí que notificase a Vodafone la falta de una factura que justificara el cargo que se le imponía, que también le notificara los acosos que sufría por parte de Konecta, y que apelara incluso a la protección de datos y buscara fórmulas de entendimiento. «Pero no, estás indefenso», reconoce. Aunque al final sólo provocaron que se hiciera más fuerte. «Me rebelé porque son prácticas ilegales y que no se pueden permitir», concluye.