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Ballester: "Asturias ha sido una grata sorpresa, tiene grandeza y dignidad"

El artista, premio nacional de fotografía en 2010, inaugura el viernes la exposición "Allumar" de la mano de la Fundación María Cristina Masaveu

Recuerda que tomó sus primeras fotos asturianas cuando el Centro Cultural Niemeyer aún estaba en obras, hace tres años; el apunte de una nueva sensualidad en la línea de la ría avilesina. Desde aquellos días, José Manuel Ballester (Madrid, 1960), premio nacional de fotografía en 2010, batió la geografía del Principado -del valle a la montaña y de la mar a la mina- a la búsqueda de la imagen física y espiritual de un territorio que, en ocasiones, parece esconderse de sí mismo y precisa del ojo atento para captar su proteica identidad. Cientos de kilómetros y más de cinco mil fotografías de las que espigado un total de cuarenta instantáneas. Un destilado con el que ha compuesto "Allumar", exposición que el artista inaugurará el próximo viernes en el Antiguo Instituto (20,30 horas) de la mano de la Fundación María Cristina Masaveu Peterson, con la colaboración del Ayuntamiento de Gijón. "Asturias ha sido una grata sorpresa, posee grandeza y dignidad y no tiene nada que envidiar a otras zonas del mundo que he fotografiado", dice el artista.

Ballester, fotógrafo y pintor, toma el relevo a Alberto García-Alix en la singular iniciativa de mecenazgo que puso en marcha el año pasado la citada fundación. "Patria querida", así se titulaba la obra expuesta por García-Alix, fue la primera entrega del proyecto "Miradas de Asturias": una indagación personal, desde el repertorio artístico de los mejores fotógrafos, en un territorio que, como confesaba ayer Ballester, tiene mucha mayor densidad plástica de la que quieren los estereotipos y multiplican las estampas al uso: "En una escala más íntima no tiene nada que envidiar a otros grandes espacios que he fotografiado, como China y Brasil". "Estoy muy satisfecho con esta aventura; he disfrutado mucho", subraya el artista, agradecido al "excelente equipo" de la fundación y al comisario de la muestra, el crítico de arte, Ángel Antonio Rodríguez".

A diferencia de García-Alix, que fotografió su "Patria querida" en blanco y negro, Ballester ha optado por el color, por recoger la riqueza cromática de una tierra de pintores en la que el ojo perezoso se acostumbra con rapidez al verde y al gris, sin querer ver más. "Me ha cabido toda la paleta, incluido el negro del carbón, con muchos contrastes", hace resaltar el autor de "Allumar", para quien Asturias está cuajada de una cierta "magnificencia" y de "pequeños grandes escenarios". Agradece al comisario de la exposición el hallazgo de la palabra asturiana que da título a esta antología de tres años de trabajo: "Creo que es un vocablo muy apropiado, porque a mí me ha interesado mucho siempre la luz".

Paisajes naturales industriales (de la playa cantábrica a la montaña de mineral), pero sin retratos, como si mujeres y hombres estuvieran inscritos en la feraz naturaleza de su tierra o en los óxidos de la industria que se apaga. "He tratado de captar al ser humano a través de su huella; por ejemplo fotografiando los vestuarios en el Pozo María Luisa", explica Ballester, para encadenar: "Pero no por ello dejan de estar retratados".

Para el artista, Premio Nacional de Grabado en tres ocasiones y con obra en importantes museos (desde el Reina Sofía al japonés Marugame Hirai de arte contemporáneo español), el Principado ofrece "Un paisaje muy condensado e intenso, pero con una escala humana". "Es un paisaje de gran riqueza y que, además, abriga; me he sentido muy cómodo" añade.

Ballester ha fotografiado los escenarios del viejo ciclo industrial heredado del siglo XIX, que llega hasta ahora mismo, y que el describe como las imágenes de "un mundo que se acaba". Y también las industrias que señalan hacia nuevos modelos económicos, en los que Asturias, a juicio del artista, podría encontrar un lugar importante: "Aquí he encontrado ese equilibrio entre sostenibilidad y productividad". Y, además, en la exposición está poderosamente presente la naturaleza con sus multiformes paisajes. El fotógrafo, que recuerda sus lejanos veranos en Ribadesella o Arriondas, por las estribaciones del Sueve, y amistades en el anfiteatro de Cudillero, no oculta cierta felicidad por este reencuentro con unos paisajes que ha mirado a fondo.

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