"Enriqueció a todos los de Deva. Eso no se lo va a poder negar nadie. Fue una buenísima persona. Nadie en Deva tenía nada, y él se lo dejó todo. Si hoy no está en el funeral toda la parroquia, ye que no hay vergüenza". Enedina Costales Blanco, vecina de la parroquia gijonesa, donde el octavo conde de Revillagigedo llegó a tener ingentes posesiones por heredad -sus propiedades alcanzaban otras muchas zonas del concejo-, expresaba ayer su sentir, y creía que el de muchos vecinos, tras conocer el fallecimiento del aristócrata, ocurrido en Madrid el jueves.

Álvaro María del Milagro Armada Ulloa, titular de la casa condal de Revillagigedo, uno de los títulos más importantes de Asturias, noveno marqués de San Esteban del Mar de El Natahoyo, decimonoveno Adelantado Mayor de la Florida, coronel de artillería y grande de España, murió a los 93 años tras largo tiempo de enfermedad y de retiro de Asturias. Sus restos fueron incinerados ayer en Madrid, en el crematorio de la Almudena, y su familia puso rumbo a Gijón, donde hoy se celebrará el funeral en su memoria.

Será a las cinco de la tarde en la capilla de Peña Francia, en Deva. En el santuario de la quinta familiar -la que primero fue finca de verano y luego el asentamiento oficial en Gijón del conde de Revillagigedo y sus hijos-, al que tan unido se sentía, quedarán depositadas sus cenizas. Allí reposan también los restos de su padre, Álvaro Armada de los Ríos-Enríquez, y de su abuelo, Álvaro Armada Valdés, con sus respectivas esposas.

Armada Ulloa se casó en 1950 con Carmen Barcaiztegui y Ihagón, y con ella tuvo seis hijos: Carmen, Rafaela, Álvaro -conde de Güemes-, Micaela, Teresa y Casilda. Su descendencia incluye quince nietos. Buena parte de esa familia estará presente hoy en un funeral, al que a buen seguro no faltarán muchos de los vecinos que aún hoy sienten la deuda de gratitud con el finado.

"Los dejó ricos a todos en Deva, porque ofreció a precios muy justos caserías enteras; arreglóse con casi todo el mundo poniendo buenos precios a las propiedades; de otra forma nadie hubiera podido comprar. Fue una persona excelente; si espera unos años, tal como siguió la cosa de las ventas de fincas en esta zona, se hubiera hecho de oro", contaba Enedina Costales.

Y una de las familias que lo atestiguan es la de Laly Solar. "Nuestra casería estaba integrada en las propiedades del conde, como casi toda Deva, porque la mayor parte de la zona era suya. Era una persona buena que se portó con los colonos, a los que nos ofreció las tierras de las que éramos llevadores y las casas a un precio bueno. No fue usureo y era apreciado. Tenía amor por la tierra y por la herencia de sus antepasados, y lo que no le gustaba era que vendieras algo de lo que habías comprado. Cuando venía de Madrid algunas veces pasaba por casa a ver a mi padre; del conde me quedan recuerdos entrañables", explicaba Laly Solar.

Visitas a los vecinos enfermos, reparto de medallas y estampas religiosas entre los conocidos, negociados con los parroquianos que solían acabar en un apretón de manos y buen entendimiento. Así recuerdan muchos de los oriundos de Deva y quienes tienen sus raíces familiares en la zona el proceder de Armada Ulloa, un grande de España que llevaba cuenta hasta de los eucaliptos -sobre todo de dos, los más especiales, pues estaban ubicados más arriba de la capilla de Peña Francia y fueron los primeros que hubo en Asturias, según refería Armada Ulloa- plantados por sus antepasados.

La principal propiedad de los Revillagigedo en Gijón fue el palacio del muelle, que lleva su nombre, y toda la manzana, incluida la colegiata de San Juan Bautista, un magno edificio construido en el siglo XV y vendido en 1976 a la Caja de Ahorros por 100.000 euros, una cifra simbólica para beneficio de la ciudad. El nombre de su título está, además, vinculado a la institución educativa de El Natahoyo, que impulsó su abuelo. Entre las condolencias que ayer se hacían llegar a la familia estaba la del director de la Fundación Revillagigedo, la de distintos particulares y, también, la del Grupo municipal Popular, en cuyo nombre Manuel Pecharromán trasladaba a la familia "nuestro más sentido pésame; nunca olvidaremos su generosa contribución al desarrollo de Gijón, que constituye un valioso ejemplo para muchas generaciones".