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la figura de la semana | pachi cuesta

El jesuita que hizo pasar a Gijón por el aro

El sacerdote y profesor de varias generaciones en la Inmaculada ha sido durante cuatro décadas alma y vida de las actividades extraescolares del colegio

El jesuita que hizo pasar a Gijón por el aro

Cuando hace cincuenta años Pachi Cuesta llegaba destinado al colegio de la Inmaculada de Gijón para cumplir su periodo de formación como jesuita en la etapa del "magisterio", pocos, y menos él, podrían haber previsto su definitivo enraizamiento en nuestra ciudad. Aquel octubre de 1964 un centenar de "guajes" iniciaban su largo bachillerato convencidos de que a sus diez años no se les pondría nada por delante, y se toparon, nos topamos, ilusos, con que había habido un cambio en la estructura de mando del colegio, y que al bondadoso Hermano Merino le había sustituido un joven y arrollador Padre Ángel Cuesta, SJ. Con 23 años recién cumplidos, el nuevo maestrillo se hacía cargo de ser el inspector de primero de bachiller, además de profesor de gramática en dicho curso. Alfonso Peláez, en su excelente libro "Once años de nuestras vidas", autobiografía de la promoción 1960-1971, recuerda el momento escribiendo que "fue primero un año de debutantes, pues si nosotros comenzábamos nuestra larga andadura de bachillerato, el padre Cuesta (Pachi, años más tarde) ponía la primera muesca en su currículum como maestrillo. La experiencia fue positiva y, así, llevamos a cabo viajes a la nieve, concursos de canicas, equipos de fútbol y minibásquet (tan competitivos que ganábamos a los de segundo), excursiones, etc. Guardo un gran recuerdo de primero".

Lejos quedaba ya el 22 de enero de 1941 cuando en la histórica villa de San Martín de Torres, al lado de la confluencia de las vegas del Órbigo y del Tuerto, dominando sus vegas, donde se había situado la romana Bedunia en la Vía de la Plata, nacía Ángel Cuesta Ramos, hijo de Mateo, el entregado y generoso médico de la comarca, y de Benigna, volcada madre, matrimonio que formó una extraordinaria familia numerosa de seis hermanos, cuatro varones y dos chicas.

Intuyó su vocación religiosa en los años que pasó en el colegio jesuita San José de Valladolid, a cuyo internado había ido desde su pueblo cuando contaba diez años de edad. La puso a prueba en el seminario de Comillas y la confirmó cuando "pasando el puente del tinte" cambió el fajín azul por el negro y se fue para el noviciado que la Compañía de Jesús tenía en Salamanca.

Atrás quedaban sus correrías de niño en su pueblo, donde su carácter inquieto y travieso había dado lugar a que fuera conocido por "Gelucho", tal vez por rima con bicho. Y, señalando apelativos por los que se le ha llamado, su entrega al deporte en Comillas hizo que su ardor guerrero cuando jugaba al baloncesto -su deporte favorito- se le conociese por "Tapón" en correspondencia a su empeño de que no pasase la pelota, o cuando se dedicaba al fútbol por "Pachin" -que con el tiempo derivó en "Pachi"- por no permitir que pasase el rival, deporte donde era émulo del célebre defensa del Real Madrid que así se llamaba.

La formación de un jesuita es larga, pues la Compañía exige a sus miembros una sólida y probada formación. El noviciado (1958-60) y el juniorado (1960-61) en Salamanca y la carrera de Filosofía en Comillas (1961-63) y en San Cugat del Vallés (1963-64) precedieron a su descrita llegada a Gijón donde permaneció inicialmente tres años (1964-67). De aquí marchó para Madrid para completar su carreras de Teología (Universidad de Comillas) y Psicología (Universidad Complutense) en los años 1967 a 1971. Durante este último periodo había regresado a Gijón para recibir su ordenación sacerdotal el 27 de junio de 1970 de manos del obispo don Ángel Riesgo Carbajo "un santo, de un criterio amplio, y que era un auténtico pastor" como le definía en las páginas de este periódico el sacerdote Alberto Torga en sus memorias. Imposición de manos de un ángel sobre otro, que tal vez transmitiera no sólo el sacramento sino también la sabiduría pastoral con la que el P. Cuesta ha ejercido su sacerdocio.

Una vez culminado este largo proceso de trece años de formación como jesuita, su primer destino vuelve a ser el colegio de la Inmaculada de Gijón, del que ya no se ha vuelto a separar, excepto el curso 1983-84 que estuvo estudiando Pastoral en el Instituto León XIII de Madrid, y una breve estancia del curso siguiente, el 1984-85, que estuvo destinado como coordinador de Pastoral en el Colegio Menor de Zamora, para regresar definitivamente a esta ciudad en el curso 1985-86.

En todos estos cuarenta y cuatro años de permanencia de Pachi Cuesta entre "los tutelares muros colegiales", ha sido alma y vida de las actividades extraescolares del colegio, del deporte en sus patios -"una olimpiada permanente" como lo definía Dioni Viña-, y de los campamentos de verano en Santibáñez de Porma, por los que pasaron miles de asturianos, donde para muchos niños fue su primera salida de casa sin sus padres y para muchos padres la primera experiencia de dejar a sus hijos en otras manos, donde se hermanaron gijoneses y ovetenses, y donde se les inculcó que los valores de la aceptación del otro, del trabajo en grupo, de la entrega a los demás y de la asunción de la propia responsabilidad, eran perfectamente compatibles con el descanso y la diversión. Allí, en Santibáñez, se acuñó otro apelativo al referirse a Pachi Cuesta, el de "el Cura". Otro extraordinario sacerdote, José María Díaz Bardales, jesuita sin papeles, decía que "me gusta que me llamen cura porque es una palabra bonita, que significa cuidar, ayudar...", pues eso es lo que hacía y hace Pachi Cuesta, y por eso, para muchos, Pachi es sobre todo "el Cura".

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