L. S. NAVEROS

Javier Mier es un escritor sorprendente: desarrolla su vida laboral manejando una máquina excavadora, pero poco se escapa de su aguda (y no pocas veces irónica) mirada. Lector voraz, publica su segunda novela, "Piernas de majorette", ambientada en un barrio de aluvión de una imaginaria ciudad del norte. El barrio, Santa Gertrudis, bien podría ser (reconoce) el gijonés de Roces, donde pasó su infancia y juventud. Mier presenta esta tarde a las ocho su novela, en la librería La Revoltosa.

-Su primera novela, "Poli", era de género negro. ¿Cómo califica "Piernas de majorette"?

-Es difícil encuadrarla en un género concreto, aunque tiene vocación de novela histórica. Esta es una novela más seria que "Poli", está escrita desde la entraña, y retrata con fidelidad cómo surgieron los barrios de los cinturones urbanos en la industrialización del franquismo. Santa Gertrudis, donde ocurre la acción, bien podría ser Roces, donde pasé mi infancia. Los personajes pueden parecer ficticios, pero son muy reales, porque había gente muy extravagante, era un mosaico de todos los pueblos de España. En un aula de aquéllas, masificada, con más de cuarenta críos, podría haber personas de catorce provincias distintas, con sus acentos y su cultura, desde gallegos a andaluces o extremeños. Es una novela histórica porque retrata ese mundo, ese revoltijo de personas sin recursos, con el fondo de la industrialización, y su evolución, aunque los personajes no sean estrictamente reales. Se parece, en ese sentido, a las novelas de Galdós, a los Episodios Nacionales, que son uno de mis referentes literarios.

-Al ambientar la novela en el franquismo surge inmediatamente como referencia la serie "Cuéntame". ¿Se identifica con esa visión?

-No, creo que "Cuéntame" es algo ñoña, doy una versión menos edulcorada de aquellos tiempos. Mis referentes literarios son Juan Marsé, Eduardo Mendoza o Manuel Vázquez Montalbán. Creo que "Piernas de majorette" se acerca más a esas miradas que a la que ofrece "Cuéntame".

-En la novela hay sucesos y personajes duros. ¿Era tan violenta la vida en aquellos barrios?

-Sí, era tan violenta, aunque no de una forma física, directa, sino de manera soterrada. Había un control social completo, de unos sobre otros: si faltabas a misa un domingo, podías estar seguro de que el lunes en la escuela te iban a interrogar e ibas a tener que dar explicaciones. Era muy difícil mantener a salvo la intimidad, había hasta lo que yo en la novela llamo control ginecológico: como no se podía comulgar durante la menstruación, las vecinas llevaban la cuenta de quiénes comulgaban y quiénes no, de si Fulanita estaba encinta, porque llevaba ya tantos domingos ?Y había que dar explicaciones, que si no comulgué porque desayuné y no ha pasado la hora y media obligatoria. Era un mundo donde ocurrían muchas cosas, ocultas debajo de una capa de hipocresía.

-El personaje principal, en torno al que se hila la novela, es Niceforo, hijo de emigrantes extremeños.

-Sí, es el eje. Es un personaje duro, difícil, pero quedé satisfecho. No todos los personajes son así, hay otros tiernos, como Desiré, en realidad Desideria, una peluquerita que vuelve de la emigración, de Francia y causa escándalo, de forma que el cura llega a criticarla en público, en los sermones, pero que a la vez es para las chicas del barrio como una ventana a un mundo menos gris y triste.

-Y hay algún asesinato.

-No es lo central, ocurre porque lo pide la trama, pero eso no convierte "Piernas de majorette" en una novela de crímenes.

-La galería de personajes es amplia.

-Sí, aunque hay personajes centrales, positivos y negativos, es un retrato colectivo, de una sociedad. Muchos aparecen y luego sus historias pasan a un segundo plano, las dejo en vía muerta, porque me interesaban para ilustrar algún aspecto que quería destacar. Me gusta especialmente uno, Aurelio Sánchez Arrate, un estraperlista, un rojo que cayó prisionero y logró salir del campo de concentración en el que estaba internado por apuntarse a la División Azul, y acaba luchando con los nazis. Es un caso real, hubo muchos como él. He recurrido a la imaginación, pero también mucho a la memoria, siempre fui una persona muy observadora.

-Hay un esfuerzo constante para fijar el marco histórico en la novela.

-Sí, la vida cotidiana de los personajes tiene siempre algún referente de lo que estaba sucediendo en el mundo. Y todas las fechas y los datos que doy son reales, me documenté muchísimo.

-¿En qué está trabajando ahora?

-Estoy escribiendo otra novela, que tiene por título provisional "Diario de una crisis" y que gira en torno a un tipo de personaje que me cae fatal, un "coach", un mando intermedio en una multinacional de rango intermedio. Espero que, como "Piernas de majorette", llegue a buen puerto.