La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Una despedida en la cumbre

La OSPA y el violinista chino Ning Feng cierran la temporada en el Jovellanos con un concierto memorable que entusiasmó a los espectadores

La OSPA, ayer, durante la actuación de cierre de temporada en el Jovellanos. ÁNGEL GONZÁLEZ

Hubo de todo, en el concierto ofrecido ayer por la OSPA en el teatro Jovellanos, aunque era previsto de acuerdo con el atractivo del programa. En primer lugar se nos brindaba la oportunidad de encontrar una respuesta al interrogante, ¿cómo será la música del siglo XXI? Se abría la sesión con la obra del gallego Fernando Buide del Real, titulada "Fragmentos del Satiricón", compuesta en 2013 cuando el autor contaba 33 años.

O sea, bien reciente y calentita aún. Aunque la lectura del informe nos hizo temer lo peor. "Centralizaciones tonales; sonoridades específicas; combinación de unísonos y homofonías; diminuendi instrumentales no dinámicos..." Madre de Dios, me dije. Pues ya ven, no fue tan fiero el león como lo pintaban. No es que entusiasmaran los fragmentos, algunos sin padre ni madre, pero es verdad que tendríamos que escucharlos más veces hasta entender su idioma. El autor, presente en el teatro subió al escenario a recoger los aplasos.

Ning Feng, armado de su violín hizo acto de presencia. Chino, muy joven, vestido de negro, logró al fin que el apático público gijonés, un poco más abundante que en ocasiones anteriores, se soltara el pelo. Cuatro obras y otros cuatro autores, Maurice Ravel y su "Tzigane" para violín y orquesta, "Romanza andaluza" de Pablo Sarasate, y "Fantasía sobre Carmen", del alemán Franz Waxman, más la propina como recompensa al entusiasmo del respetable, "Aires bohemios", de Pablo Sarasate. Ning Feng toca con un Stradivarius, en justa proporción a su extraordinario talento.

En él se une la técnica, la fuerza expresiva, la trasparencia, la pasión... Ofreció instantes sublimes que llegaron a emocionarnos, ¡cuánta poesía cabe en el alma de un violín!, cabía pensar. Cómo si el instrumento hablara solo, hilvanando el más bello poema. Estallaron los aplausos, los ¡bravos!, interminables. Éramos conscientes de vivir un acontecimiento memorable.

La orquesta, genial. La segunda parte del concierto fue para ella en exclusiva, ofreciendo la Sinfonía nº 4 en mi bemol de Johannes Brahms. Una partitura magnifica, llena de contrastes, de grandes líneas melódicas donde el autor parece dejar libre su imaginación, aunque siempre sujeta a un academicismo que sigue los pasos de su predecesores, principalmente Schumann. Una gran velada musical, bajo el patrocinio de LA NUEVA ESPAÑA que sirvió para cerrar la temporada de la OSPA en el teatro Jovellanos, una temporada que hay que calificar como soberbia. La orquesta ha dado un paso más en su inagotable progresión y ha sabido conectar con el público gijonés que sabe cuando se encuentra con actuaciones sobresalientes como la de ayer de Ning Feng, un prodigio digno de una Orquesta Sinfónica del Principado de Asturias dirigida por su titular, Rossen Milanov, que sólo merece plácemes por su gran papel.

Compartir el artículo

stats