Mañana, día mundial de lucha contra el cáncer de mama, hará siete años que Gijón tiene una Casa de la Vida. Un lugar de encuentro junto al Paseo de Begoña, logrado gracias al impulso del Club de los Leones, donde se reúnen varias veces a la semana mujeres afectadas por tumores mamarios. Algunas están en proceso de abordaje de la enfermedad, otras están amputadas, a algunas les han dado el alta y las hay que intentan superar la espiral de miedo en el que acaban de entrar por un reciente diagnóstico.

Tomar un café, diseñar complementos, bailar y sobre todo conversar son los pilares en los que se asienta una Casa que también tiene presencia en Facebook. Y en ese espacio en internet es donde desde hace semanas más de una veintena de mujeres vinculadas a la Casa de la Vida están volcando testimonios geniales de su lucha contra la enfermedad, su proceso de asimilación, su tiempo de dura terapia y su resurgir.

Son cartas dirigidas unas a "mi cáncer", otras al "puto cáncer", algunas a "mi inquilino", al "bicho", a mi "dominga derecha" o a "mi querida teta izquierda", por citar sólo algunos encabezamientos. Y son un proyecto de libro que Carmen de Gainza, presidenta de la Casa de la Vida, aspira poder publicar para contagiar al mundo del optimismo de sus compañeras. "Porque todas son geniales", dice de Gainza. Si el encabezamiento es diverso, el final de las cartas es mucho más parecido. Todas muestran actitud vital, combativa y esperanzad y sin rubor hablan de sus miedos, de su feminidad, de sus pelucas, de su mutilación y sobre todo de su poderío.

Poderío como el de Belén García. "Me llamo Belén, supero los sesenta y esto último no me ha impedido hacer top-less con mi hija hasta ahora... Hace años más de un tricornio me impidió disfrutar del sol sin la parte de arriba del bikini; ahora el del tricornio lleva bata blanca y ha convertido mi querida 'dominga izquierda' en un lienzo picassiano de rojos y azules". En fase aún de tratamiento, la misma Belén García se lamenta de no poder seguir llevando "fina lencería de seda y encaje ni glamourosos bodies de raso". Ahora, cuenta, los ha tenido que sustituir por "horrorosos sujetadores de algodón que harían las delicias de cualquier asidua a los gimnasios, pero no las de una servidora, que usa zapatillas de cuña y no entra a los quirófanos sin la certeza de que su frasquito de perfume 'Opium' descansa sobre la mesita, al lado del soporte para el suero".

A Belén el mundo se "le volvió del revés" cuando el espejo, al que ha sido tan aficionada, le devolvió el reflejo "de un cuerpo desconocido que me negaba a aceptar". Reconoce su naufragio anímico y "es ahí donde entraron todas ellas", las compañeras de la Casa. "Ahora me siento más arropada y sé que lo que yo siento lo ha sentido antes otra mujer, que hay alguien que ha cambiado las cabinas de estética por las de radioterapia", explica. Cuando la tormenta acecha en su ánimo "llegan los refuerzos en forma de palabras de aliento en torno a un café o una caja de bombones" junto a sus compañeras. Alejada por ahora de sus clases de yoga, Belén García baila en la Casa de la Vida "sevillanas adaptadas", eso sí, sin mover mucho el brazo para no hacer sufrir más "a mi teta picassiana".

Siendo ese el testimonio más original -"porque Belén derrocha vitalidad en todo lo que hace", como bien explica Carmen de Gainza- le siguen otros veintitantos igual de energéticos. Como el de Mati Prado Dorado, que con su "hola cáncer" no minusvalora "cuánto he tenido que pagar por 1,7 cm. de tumor cabrón" que "se llevó por un tiempo mi rutina, mi sol, parte de mi feminidad y mi sexualidad, que ha mutilado una parte de mi cuerpo sintiéndome la mitad de mujer que hace unos meses fui".

Pero eso es sólo una parte. También deja claro a su enfermedad que esto no la ha hundido: "con 50 años te hago frente con toda mi energía y con todas las armas que tengo a mi alcance: mi fuerza, sonrisa, sentido del humor, positividad, familia, amigos y personas estupendas que he conocido gracias a ti". Como despedida, y tras advertirle al cáncer que "no te voy a perdonar el sufrimiento de mi familia", hace hincapié en que "a pesar tuyo sigo creciendo y por el momento estoy aquí, vivita y coleando. Sigo luchando y creo firmemente que ganaré la batalla". Como lo cree Mónica Cuesta, que hace sólo un año que combate a su cáncer y que el lunes estará en el desfile de moda que organizan las mujeres de la Casa de la Vida en la Sala Albéniz (20.00 horas) para recaudar fondos y ponerse el mundo por montera. "Allí estaré, tengo una invitación para vivir, para seguir luchando, y participo en ese desfile con 'mis chicas', mis amigas, que me enseñan cada día la palabra esperanza".

Amor González le habla a su "querida teta izquierda, la que hoy no tengo", pero cierra su carta con letras mayúsculas para hablar de "recuperación". Mila González es otra de las remitentes que ha compartido en las redes sociales su testimonio, igual que Ángeles López; y Carmina García, combatiente "con mucha tranquilidad" a sus 89 años; y Genoveva Álvarez, a la que la enfermedad no respetó pese a cumplir desde muy joven con las revisiones ginecológicas; y Yolanda Díaz, que confiesa que "gracias a ti, mi cáncer, la vida me ha dado otra oportunidad para vivirla con optimismo"; y Lupe Vega, Chabela Peón, Asun González, Pilar Leal, Lucía Villaverde, Pilar de la Iglesia, Susana Alonso, Tina Alonso, Conce Jimeno -"gracias al cáncer hoy tengo otra familia, mis compañeras de la Casa de la Vida", ha dejado escrito- y Marian Alonso, que da agradece, en una frase que las resume a todas, que en Gijón exista un proyecto que "nos enseñó a compartir nuestros miedos y alegrías, y algo tan importante, a reír de nuevo".