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MIGUEL BARRERO | Escritor y periodista, acaba de publicar "La tinta del calamar. Tragedia y mito de 'Rambal' "

"El crimen de 'Rambal' ha marcado el subconsciente de los gijoneses"

"He hablado con fuentes policiales que investigaron y todas afirman que el asesino se les escapó, no lograron pruebas"

Miguel Barrero, ayer, con ejemplares de su libro en la plaza Periodista Arturo Arias, frente al lugar que ocupaba la casa en la que fue asesinado "Rambal", ahora un edificio de nueva planta. ÁNGEL GONZÁLEZ

El 19 de abril de 1976 aparecía asesinado en su casa de Cimadevilla Alberto Alonso Blanco, querido y conocido popularmente como "Rambal". El crimen sigue sin resolverse cuarenta años después. El escritor asturiano Miguel Barrero (1980) acaba de publicar "La tinta del calamar. Tragedia y mito de 'Rambal'", libro que presentará el próximo miércoles cerca del lugar del suceso, en la Casa del Chino, en el barrio Alto.

-¿Qué le ha atraído del personaje y del suceso?

-La respuesta es lo que ha frustrado este libro durante años. Empecé a contar ese crimen y había un punto en el que me atascaba, no sabía cómo seguir. Fue la pasada primavera, al ver la conmoción que causó en Gijón unas revelaciones sobre la muerte de "Rambal", cuando me di cuenta de que, en realidad, me apetecía escribir sobre el relato del crimen construido por la sociedad. Cuarenta años después, ese crimen es un mito local y un episodio irrenunciable en el imaginario gijonés para explicar la transformación de la ciudad.

-¿Por qué un mito?

-Hay una razón humana. "Rambal" era un personaje propio de su tiempo y, a la vez, atípico. No hubiera podido surgir en otro lugar que no fuera Cimadevilla, pero era también una "rara avis". Nacho Currás dice que fue el primer asistente social del barrio. Y, luego, está que el crimen sigue sin resolverse. Hay otro factor: sucede en un momento en el que Cimadevilla, que había permanecido igual durante dos siglos, empieza a cambiar. El crimen de "Rambal" marcó un punto de inflexión en el subconsciente de la ciudad.

-Pese a las hipótesis que aparecen de vez en cuando, es un crimen sin resolver....

-Mi libro es un ensayo de no ficción, pero hay píldoras noveladas porque creo que está la realidad y lo que ha construido la imaginación popular, lo que ha alimentado a partir de la versión oficial. Creo que lo mejor es atenerse a la explicación más sencilla. He hablado con fuentes policiales, que siguieron la investigación, y todas me dicen que el asesino se les escapó; no lograron pruebas para dar con el culpable. Para mí, es creíble. Las metodologías de investigación no eran las mismas hace cuarenta años que ahora. No era fácil dar con un criminal que se escurrió. Me parece que las teorías conspiratorias que hablan de intereses políticos cruzados no se sostienen.

-Alguna apuntaba al hijo de un gerifalte franquista...

-Sí. Se investigó, pero no se llegó a ningún lado. Yo mismo localicé la fuente; es algo que está desmontado.

-¿Se llevó mal la investigación? ¿Hubo recursos?

-No se pusieron porque, sencillamente, no los había. No creo que hubiera más de media docena de policías haciendo trabajo de campo. Los medios eran exiguos y sin la rutina de investigar este tipo de crímenes. Lo dice el sumario. Los agentes llegan al lugar del asesinato y sacan dos conclusiones: es un crimen pasional y se resolverá rápido. ¿Por qué? Pues porque en las horas previas se había visto a "Rambal" en compañía de un joven.

-El fantasmal "Pepsicola", así llamado...

-Pero no hubo nadie en todo Cimadevilla, donde todos se conocían y era, según decía Fernando Poblet, una especie de reserva india, que supiera quién era "Pepsicola". A Rambal lo ven por última vez en la esquina de Vicaría con la calle del Rosario discutiendo con ese chico. A continuación unos niños oyeron una voz pidiendo socorro. Otra posibilidad, claro, es que alguien distinto entrara en casa de "Rambal" y lo matara. ¡Quién sabe!

-¿Fue un crimen pasional?

-Tiene esa tipología. No me parece que sea un crimen orquestado desde altas esferas. Y, además, no había indicios de robo; no faltaba nada. ¿Qué daño podía hacer "Rambal" al poder en caso de que hubiera señalado la homosexualidad de algún mandamás? No sé si estrictamente pasional, en el sentido de crimen de amor, pero sí de algún tipo de ajuste por algo.

-Y las recientes informaciones que apuntan a dos hermanos...

-Es una hipótesis vieja, que está en el sumario cerrado en octubre de 1976 y reabierto diez años más tarde. Entonces aparece en Villablino un tipo que cuenta una historia truculenta. Yo hablé con la Policía y consideraba esa explicación extravagante. Tras leer la noticia llamé a mis fuentes. Sí la habían investigado, pero no hay datos que la avalen. Era la convicción de un agente.

-¿Cabe reabrir el caso?

-Si no encontraron entonces al "Pepsicola" será difícil que lo hagan ahora. Y si fueron otros, tampoco, salvo que el propio asesino confiese. Creo que es un crimen que seguirá sin resolverse. Lo malo es que familiares y amigos no verán pagar a quien cometió el asesinato; lo bueno, si se puede hablar así, es que los gijoneses siguen acordándose de "Rambal".

-En una de las coronas del entierro se leía: "Cimadevilla pide justicia".

-Sí, por eso sería bueno que a "Rambal" se le recordara en su barrio con una placa en la que se dijera que Alberto Alonso Blanco dio mucho alegría a Cimadevilla.

-¿Cómo se planteó usted el trabajo que desembocó en este libro?

-Fue una investigación en varios frentes: el crimen y, también, la repercusión social y cultural. El eje es el sumario. Lo mejor es ir a los papeles que cuentan los hechos; también a los periódicos o los libros: de la "Guía secreta de Gijón", de Juan Cueto", a "Gijón y los gijoneses", de Mauro Muñiz, pasando por las novelas de Vicente García Oliva y Pablo Antón Marín Estrada, o la crónica de Pachi Poncela. Y una película inspirada por la obra de Oliva, "La noche del escorpión", de Eva Lesmes, que se rodó en el País Vasco.

-Usted es también novelista. ¿Se ha permitido incurrir en la ficción?

-En 2004 quería hacer una ficción. No salió, pero hay algunos guiños que he mantenido. No sé si es un libro estrictamente periodístico, pero es de no ficción. Cuando sé que algo ocurrió, lo digo, y cuando no, aviso. Los hechos están ahí y no he querido frivolizar. Hay una fidelidad a lo que ocurrió. Y cuando elucubro, aviso a los lectores.

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