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TERESA PÉREZ-ESPINOSA | Médica psiquiatra

"Somos insensibles, nos hemos vuelto muy tolerantes con el dolor emocional"

"Cada vez llegan a la consulta en Gijón más jóvenes con problemas de ansiedad, aislamiento y falta de comunicación"

Teresa Pérez-Espinosa, en la calle Corrida de Gijón. MARCOS LEÓN

Una de cada cuatro personas sufrirá un problema de salud mental a lo largo de su vida, una cifra nada desdeñable a la hora de hacer visible una patología aún relegada al estigma en muchas ocasiones. Hoy se celebra el Día Mundial de la Salud Mental, bajo el lema "Soy como tú aunque aún no lo sepas", una buena oportunidad para animar a la población a asumir medidas de prevención, a romper el aislamiento y a "ponerse en el lugar del otro", como recomienda la psiquiatra gijonesa Teresa Pérez-Espinosa, quien lleva treinta años de labor profesional en un campo que "ha cambiado muchísimo, para bien".

-¿Qué radiografía hace del estado de la salud mental en la sociedad actual?

-Es una reflexión que como profesional me hago a diario, sobre todo cuando veo personas que llegan a la consulta y me planteo qué teníamos que haber hecho antes de llegar a esta situación. En términos generales, la reflexión de todos los profesionales es la de que la salud mental es muy mejorable.

-¿En qué sentido?

-Estamos en un momento de grandes cambios sociales, pero no sólo por la crisis económica, sino que nos enfrentamos a cambios sociales en la base, en la familia. Son cambios en el entorno, en el medio escolar... y se están produciendo de una manera muy rápida, no somos capaces de digerirlos. Por un lado, tenemos un alto nivel de problemas dentro de la familia, separaciones, divorcios..., que las partes no son capaces de gestionar adecuadamente. Si en la familia no hay una persona cabal que ordene lo que ha ocurrido, se va todo a pique. Las parejas responsables deberían tener una prioridad, que son sus hijos. Pase lo que pase, tenemos que aprender a ordenar, a buscar el equilibrio. No la salud ni la felicidad, porque ¿qué es ser feliz?

-¿Qué es?

-No tener problemas no es ser feliz, es algo que está magnificado y no es correcto. Las personas adultas, responsables de lo que tenemos cerca, no tenemos sólo que preocuparnos del otro: tenemos que ocuparnos del otro. Nos preocupamos, pero no nos ocupamos, y, por lo tanto, no actuamos. Cuando tenemos a alguien al lado que, de repente, tiene un dolor torácico fuerte, rápidamente pensamos que puede estar sufriendo un infarto e inmediatamente sabemos lo que tenemos que hacer: llamamos al 112 y actuamos con celeridad. Pero con el dolor emocional, el trastorno psíquico, cada vez estamos más familiarizados y más insensibilizados. Somos muy proactivos ante el dolor orgánico, pero no nos ocupamos de dar un mensaje de ayuda a quien tenemos al lado con un problema emocional.

-¿Por qué nos hemos vuelto tan insensibles?

-Porque, a base de ver el sufrimiento, no lo consideramos de emergencia. El ser humano actúa muy bien en la emergencia en todas la situaciones: ante un fuego, una inundación, un dolor orgánico, una pelea... Y estamos viviendo en una sociedad en la que tenemos personas de nuestra familia que están a nuestro cargo, amigos y compañeros que deberíamos entender que también son de nuestra incumbencia. Si me preocupo por ti cuando te veo sufrir pero no hago nada, el resultado es nada.

-¿Nos estamos deshumanizando?

-Estamos insensibles. Somos demasiado tolerantes con el sufrimiento psíquico y emocional. Y ése es el que necesita que lancemos una alerta. Todas las personas, sobre todo las más cercanas, son las que se tienen que ocupar de quienes lo padecen y actuar.

-¿Qué puede hacer quien tenga a alguien a su lado con ese tipo de sufrimiento?

-Siempre repito lo mismo: tenemos que ofrecer al otro un mensaje empático, respetuoso. Empatía significa ponerse en la piel del otro, así que tenemos que decirle: "Me doy cuenta de que lo estás pasando mal, déjame ayudarte, porque estoy seguro de que, si yo lo estuviera pasando mal, tú me ayudarías". Y si la otra persona no nos hace caso, le repetimos el mensaje. No hay ser humano que no se deje ayudar, porque siempre hay una necesidad a la que no es capaz de ponerle palabras. No pasamos por el Muro y miramos para otro lado si alguien se está ahogando. En el caso del sufrimiento emocional, debería ser lo mismo. Tenemos que ser conscientes de que el sufrimiento del otro es responsabilidad nuestra; el primero que detecta el dolor emocional es el que está al lado.

-¿Se puede hacer prevención?

-Tenemos que hacerla constantemente, y no sólo es eso llamado los hábitos saludables. Es aprender a pensar y pensar mejor, porque pensamos muy mal.

-¿Qué papel juegan las nuevas tecnologías en los problemas emocionales?

-La inmersión en las tecnologías ha generado cantidad de personas, jóvenes y adultos, absolutamente encerrados en su mundo tecnológico, que son capaces de comunicarse muy bien por esos medios, pero no son capaces de sentarse a hablar con otra persona cara a cara. Cada vez estamos más cerca de lo lejano y más alejados de lo cercano. Las familias se están acostumbrando a que sus hijos estén encerrados en sus cuartos con su ordenador, su iPad, su teléfono... Y se acostumbran pensando que al fin y al cabo no están por ahí de borrachera, ni drogándose. Pero se están aislando, y eso también es toxicidad. Todos somos responsables del otro, tenemos que ocuparnos de ello. Y es fundamental una detección precoz, cuanto antes se consulta antes se evalúa y se puede aplicar una estrategia terapéutica con un equipo profesional. A nuestras consultas llegan personas con muy baja autoestima, y tenemos que ayudar a que la persona sea más sana, más confiada.

-¿Detectan más trastornos severos en personas jóvenes?

-Una de cada cien personas tiene una psicosis esquizofrénica. Las personas que tienen predisposición genética a desarrollar una enfermedad psiquiátrica severa, como las esquizofrenias, los trastornos bipolares, los esquizoafectivos y los delirantes, con el consumo de tóxicos desencadenan la enfermedad. Todas las patologías severas tienen que ser atendidas lo más precozmente posible. En el momento en que veamos signos de que la persona cambia de conducta, tenemos que consultar.

-¿Sigue siendo la psiquiatría un tabú?

-Las cosas han cambiado mucho a favor. Va a hacer treinta años que empecé en salud mental, y al principio el psiquiatra se veía de otra forma. La psiquiatría ahora está mucho más cercana a la población, la gente consulta con más frecuencia, aunque también es verdad que se consulta patología menor. Cuanto más grave es la patología, más temor se tiene al psiquiatra. Se va con más frecuencia por patología menor, porque la persona sabe que no está enferma y va más cómoda, no existe esa carga negativa que sí se da cuando las personas temen una patología grave. Pero los psiquiatras son cada vez más cercanos, con una formación fantástica; no estamos hablando del psiquiatra de hace unos años, que sólo entendía desde el punto de vista de la farmacología. Cada vez se aplican más la psicoterapia, otras técnicas como el yoga, la relajación, el arte, las habilidades relacionales... Los profesionales son muy humanos, muy implicados con el problema del otro.

-¿Ha caído mucho la edad media de sus pacientes?

-Absolutamente. La patología del joven cada vez es mayor. Antes nos llegaba una edad media, ahora cada vez llegan más jóvenes con trastornos de personalidad y ansiedad generalizada, aislamiento y falta de comunicación, falta de confianza. Vienen con un lastre en el desarrollo adecuado en la estructura de personalidad en una etapa fundamental, en la que tenemos que enseñar a tener herramientas para que cuando vengan los momentos menos buenos sepamos gestionar bien la problemática. Los problemas no vamos a poder evitarlos, la vida es vida. Estamos aquí para aprender a valorar lo bueno que tenemos, y a saber que lo menos bueno lo podemos mejorar en algunos casos. En otros, tenemos que aprender a convivir con ello.

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