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"Todo cambio implica contar con la mujer y sus propuestas para vivir en los pueblos"

-Sergio del Molino ha escrito un libro de cierto éxito, "La España vacía", sobre esa parte cada vez mayor del país que se ha quedado sin vecinos. ¿Qué se ha hecho mal?

-He defendido en los dos volúmenes de mi "Antropología de Asturias" (KRK), publicados en 2008 y 2011, la siguiente tesis: la causa de esa España vacía, aunque sé que tengo críticos, no han sido tanto las causas económicas como las socioculturales. A partir de los años sesenta del siglo pasado hay un proceso de inculturación por el que los valores de la vida urbana han ido penetrando en los pueblos, pero no de manera dialógica; al contrario, con una intención de someter la cultura campesina y rural, la imagen del paisano, despreciando la vida del campo. Una vez que minas el fundamento cultural de una sociedad, ésta queda indefensa y es manipulable. La causa de los pueblos vacíos es el cambio que se dio en el proceso de socialización. Ahí se convirtió la cultura rural en algo de segunda. Es lo que habían anunciado autores de tanto prestigio como (Julio) Caro Baroja: si logras que el paisano dude de su forma de vida, de que es importante que la transmita a sus hijos, pues habrás dado un paso importante para vaciar los pueblos.

-En su libro pide un giro copernicano para cambiar el actual estado de cosas. ¿Por dónde pasa ese cambio profundo?

-Insisto en lo mismo. Llevo cuarenta años diciendo que hay un baluarte, tanto en la sociedad rural como en la urbana, que ha estado considerado como de segundo nivel y con roles secundarios: la mujer. A partir de que la mujer rural se rebela y dice que hasta ahí ha llegado su papel, que no va a aguntar más la situación de sometimiento, la sociedad rural inicia un proceso de crisis, y la urbana, de problemas que aún no hemos resuelto. De hecho, el despoblamiento de los pueblos parte de que las madres de familia fueron cultivando en sus hijas un modelo de vida que era inalcanzable en el mundo rural. Las sacan de ahí, con el resultado de algo así como una condena a la soltería de los varones que quedan en los pueblos. Todo cambio implica la necesidad de contar, por tanto, con la mujer y con que sus propuestas puedan aplicarse en los pueblos.

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