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Lecciones de entereza

Los gijoneses Irene Areces y Pablo González, premios de Secundaria al esfuerzo personal, han logrado sacar adelante sus estudios pese a sus graves enfermedades

Irene Areces, en las Dominicas. ÁNGEL GONZÁLEZ

Son el vivo ejemplo de que los reveses de la vida son sólo eso, reveses, si se afrontan con entereza y se les echan los arrestos suficientes. Dos alumnos gijoneses recibieron el pasado lunes sendos premios extraordinarios al esfuerzo personal en la categoría de Educación Secundaria Obligatoria en reconocimiento al trabajo de superación que han desarrollado en los últimos años y que les ha permitido solventar con éxito una etapa educativa que ahora les abrirá nuevas perspectivas de futuro.

Es el caso de Irene Areces, de 16 años y en la actualidad estudiante de primer curso de Bachillerato Social. La joven gijonesa lleva lidiando con la enfermedad desde los cinco años, edad en la que le fueron diagnosticados varios tumores que ha ido superando con tesón y esfuerzo. Lleva con ella algunas secuelas, puesto que, como relata su madre, Mercedes Norniella, se ha sobrepuesto a varias operaciones, dos de ellas "muy difíciles", y en la actualidad lleva dos válvulas en la cabeza, con una hemiplejía asociada y un déficit de memoria a corto plazo que le ha hecho más difícil estudiar que al resto de sus compañeros.

Pero su tesón y las ganas enormes de aprender y superarse la han hecho poder con todo. "He recibido mucha ayuda y he ido pasando los cursos poco a poco, con clases de adaptación curricular durante los últimos cinco años", explica Irene, alumna del colegio las Dominicas. No oculta el esfuerzo que le ha supuesto sacar cada curso adelante, pero asegura que "todo el esfuerzo merece la pena". Es por eso que la joven quiere estudiar "terapia ocupacional, para poder ayudar a niños en la misma situación que yo", asegura.

Porque "creo que puede ser un ejemplo de que siempre se pueden superar las dificultades", señala, arropada por la comunidad docente de las Dominicas. "Es un caso digno de reconocimiento", sostiene la directora, Eva Vallines, porque "tiene un interés y unas ganas de trabajar enormes que la han hecho superar todos los problemas".

Como ella, el joven Pablo González sabe bien lo que es sobreponerse a la enfermedad y seguir adelante con una vida lo más normalizada posible. Con 16 años lleva los dos últimos en silla de ruedas. "Nací con una parálisis cerebral y nunca pude caminar bien, antes utilizaba un andador pero hace un par de años me operé en Madrid y desde entonces me duelen mucho los pies en la recuperación", explica Pablo. Es por eso que se ve obligado a utilizar una silla de ruedas, ya que "sólo puedo caminar distancias cortas".

Ello no le ha impedido cursar con éxito la educación primaria en el colegio Rey Pelayo y la secundaria en el IES Doña Jimena, donde en la actualidad es alumno de primer curso del Bachillerato Científico Tecnológico. "Soy un poco maquinitas, me gusta ese mundo desde siempre, así que me gustaría estudiar Telecomunicaciones", asegura, pendiente de que la fisioterapia a la que se somete de forma intensiva le permita moverse con autonomía de nuevo.

El secreto es "estudiar, dedicarle horas", junto con "el apoyo de los profesores y la familia", encantados todos ellos con un premio que consideran más que merecido por el mucho empeño que ha puesto en ello a lo largo de los años. Además de al estudio, Pablo dedicaba su tiempo a otras actividades como montar a caballo o el baloncesto en silla de ruedas.

Mientras espera volver a retoma esas actividades cotidianas, su reflexión no puede ser más sencilla y contundente. "Hay que seguir luchando, siempre para adelante, y no pasa nada".

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