La Nueva España

La Nueva España

Contenido exclusivo para suscriptores digitales

Periodista

Un faro que alumbra la cultura universal de las grandes civilizaciones

La torre de la Laboral es el edificio en piedra más alto de España Luis Moya encargó un diseño inspirado en los jardines del Generalife para la zona exterior

Una espectacular perspectiva de la Laboral, la décima maravilla del mundo. ÁNGEL MURIAS

Nadie puede poner en duda que los dieciséis proyectos elaborados por Luis Moya Blanco y su competente equipo de arquitectos, el gijonés José Díez Canteli -quien siempre estuvo a pie de obra sin mirar nunca el reloj-, Pedro Rodríguez de la Puente, Enrique Huidobro y su hermano Ramiro Moya -de quienes se ha aseverado que con tantos viajes entre Madrid y Gijón dieron cada un el equivalente a tres vueltas a la Tierra pasando por el Ecuador- han logrado condensar la historia de la arquitectura con el arte total de las más importantes civilizaciones universales en esta ciudad autónoma y autosuficiente, a fin de ofrecer al mundo una visión universalista para superar la lucha de clases, lo que solamente se puede lograr a través de la cultura y de la debida instrucción.

Desde la dimensión humanística de Grecia de acuerdo con Protágoras -"el hombre es la medida de todas las cosas"- hasta la creación de espacios internos en consonancia con la arquitectura romana, todo ello integrando coherentemente elementos prerrománicos, mudéjares, renacentistas, barrocos y surrealistas, sin olvidarse de los cimientos bajorenacentistas de Juan de Herrera (1530-1597) y neoclásicos de Juan de Villanueva (1739-1811) para que sirviesen de referencia básica de la tradicional arquitectura racionalista española, a fin de lograr una perfecta armonía de la fertilidad de las huertas gijonesas con nuestra industria tradicional. Así se hizo para que los hijos de los huérfanos de los trabajadores pudieran imponerse en las mejores técnicas profesionales para dominar una serie de oficios tradicionales que, posteriormente, les permitiesen acceder a estudios superiores. Para ellos diseñó los talleres de Formación Profesional basándose en las concepciones arquitectónicas de la fachada de las famosas termas de Caracalla de la Roma imperial.

No con palabras, sino con hechos arquitectónicos, el genial Luis Moya nos ha dejado intrínsecamente el mensaje cada día más válido por su rabiosa actualidad de que la industria nunca puede estar de espaldas a la cultura: ni a la rural, ni a la explotación de las riquezas de la agricultura, ni al fomento de una buena ganadería. De ahí que ésta sea una razón más para que la Laboral dé la espalda a aquel desastroso urbanismo gijonés y mire hacia la fertilidad de nuestras tierras entre la mar y la montaña.

No hay mejor explicación para ello que, a pesar de las polémicas suscitadas entonces entre los miembros de la Junta del Patronato -algunos de los cuales muy pronto presentaron su renuncia, ante las graves irregularidades en el manejo de los fondos públicos, en aquellos aciagos tiempos en que tampoco estaba permitido dimitir- el primer proyecto desarrollado en aquel inicial Orfelinato Minero fue la Granja Agronómica en el llamado "Coto de Lloreda", que vendió Claudio de Vereterra y Polo.

La torre como auténtico faro de las culturas. Aunque inicialmente la torre iba a tener unas dimensiones menores similares a la tradicional arquitectura castellana -lo que fue una sugerencia del zamorano Carlos Pinilla Turiño, mano derecha de José Antonio Girón-, el arquitecto Luis Moya y su equipo demostraron, una vez más, su independencia profesional al no hacerle caso.

Lo que desarrollaron a su aire fue un faro de la cultura de las más importantes civilizaciones -al inspirarse en el faro de Alejandría, la torre de Hércules y la Giralda de Sevilla- como símbolo universal de todo el monumental complejo arquitectónico. Se trata del edificio de más altura del Principado de Asturias y también el más alto construido en piedra de toda España.

Mucho se ha escrito sobre sus dimensiones, pero los dictámenes técnicos más rigurosos aseguran que la altura de la torre desde el patio central es de ciento diecisiete metros con sesenta centímetros. Su construcción fue la que ofreció más dificultades debido a que los terrenos de la colina de Cimadevilla allí ya no eran rocosos, por lo que fue preciso realizar una espectacular cimentación a base de ciento diecisiete pilotes de sesenta y tres centímetros, a fin de que soportar su peso de nueve mil quinientas toneladas.

De nuevo hace Luis Moya un guiño histórico a Juan Herrera al hacer que arranque su cuerpo inferior desde los pabellones del edificio tal como sucede en El Escorial, por lo que así no quiere que sea calificado como el campanario de la iglesia elíptica, sino como mucho más. La torre tiene cinco cuerpos de base cuadrada superpuestos que al final rematan con otros de forma circular. Cuatro pilastras adosadas recorren la torre de abajo arriba para lograr así su peculiar acanalamiento arquitectónico. El segundo cuerpo consta de cuatro pisos y en los tres inferiores abrió cuatro ventanas. La fusión del segundo cuerpo de estilo medieval con el tercero, de clara influencia neoclásica, se realiza con el adosamiento de columnas corintias -la columna es un factor común en todo el complejo arquitectónico de la Laboral- con hornacinas y un nicho circular. El cuarto cuerpo es el fabuloso mirador con una terraza que lo bordea totalmente. Son las mejores panorámicas que pueden ser vislumbradas de Gijón y sus alrededores. Todo un lujo. No hay quinto malo y éste fue construido prolongando el cuarto cuerpo con celosías enmarcadas en dos columnas corintias. También el sexto y séptimo cuerpo tienen forma circular. Una espiga de diecisiete metros remata la torre. Entre las leyendas de la Laboral se cuenta que un jesuita ascendía por ella para leer desde allí los periódicos todos los días. Desde luego, si fuese cierto, el hombre no tendría vértigo.

Como anécdota personal puedo contar que en los años ochenta, el entonces consejero de Industria del Principado de Asturias, el inolvidable amigo Jesús Fernández Valdés, visitó oficialmente la torre acompañado por el entonces director de la Universidad Laboral, el abogado Viliulfo Díaz Pérez ,y quien suscribe este artículo. Pues bien, al descender el ascensor se detuvo. ¡Menuda la que le armó el consejero de Industria al desconsolado Viliulfo, al poner en duda que hubiese pasado la reglamentaria revisión técnica! Finalmente, todos pudimos salir del ascensor cuando alguien nos rescató abriéndonos la puerta. Les puedo asegurar que bajar a pinrel un centenar de metros por las escaleras no fue una grata tarea física.

Unos jardines en sintonía con el estilo de la Giralda. Si el arquitecto Luis Moya quiso lograr una nueva síntesis de las más importantes civilizaciones con este faro universal de la cultura arquitectónica, los jardines al mediodía también tenían que ser concebidos en sintonía con el aire de minarete árabe emulando a la Giralda de Sevilla. De ahí que les encargase a Javier Winthuyssen Losada (Sevilla, 1874 - Barcelona, 1956),un famoso diseñador de jardines cuya gran labor ya había sido reconocida dado que era el inspector nacional de Parques y Jardines, y a Ramón Ortiz Ferrer, jardinero mayor del Ayuntamiento de Madrid, que recreasen al pie de la torre un recordatorio inspirado en los jardines del Generalife, con todas las técnicas árabes de su refrescante sistema de riego, gracias a las acequias andalucistas que van entre los setos y el césped. Jardines con árboles y arbustos -las siempre verdes sabinas, arces, álamos, cipreses y magnolios, además de espacios geométricos para las flores- que ocupan unos trece mil metros cuadrados, complementados con la altiva fuente monumental en un gran estanque circular al que llegaba el agua caída desde el patio central, dado que todo lo que da la naturaleza se quiso aprovechar para crear una zona de relax en medio del espléndido paisaje verde que rodea nuestra décima maravilla del mundo.

No sabemos valorar, desde luego, todo lo grandioso que tenemos.

Compartir el artículo

stats