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DOMINIQUE SCALI | Escritora, presenta en Gijón y Oviedo "En busca de New Babylon"

"Me he dado cuenta de que en el wéstern hay aspectos que están en nuestra época"

"El desierto del Oeste americano ha sido el decorado perfecto para poner personajes con preocupaciones existenciales cercanas a mi generación"

Dominique Scali.

Cormac McCarthy demostró a mediados de los años ochenta del pasado siglo, con "Meridiano de sangre", que el género de las novelas del Oeste no estaba ni muchos menos muerto. Una inyección de talento similar a la que, por esa misma fecha, introdujo en el wéstern Clint Eastwood, primero con "El jinete pálido" y, después, con "Sin perdón". Y una literatura de raíces populares que tiene ilustres precedentes: de James Fenimore Cooper ("El último mohicano") y Washington Irving a Mark Twain, el alemán Karl May u Owen Wister, quien extendió el éxito de este tipo de narraciones con "El virginiano". En España han pergeñado historias de este tipo, atravesadas de personajes arquetípicos y escenarios recurrentes, desde Marcial Lafuente Estefanía o José Mallorquí, hasta Francisco González Ledesma (Silver Kane), quien brillaría posteriormente en la novela negra. Cuando da la sensación de que la novela del Oeste vive un estadio más bien crepuscular (ya ocurrió antes), aparece "En busca de New Babylon", "opera prima" de la periodista quebequesa Dominique Scali (Montreal, 1984). La obra, que acaba de ser editada por el sello gijonés Hoja de Lata, ha sido premiada en el festival de Chambery y fue finalista de los premios del Gobernador General. La autora presentará hoy su libro en el Ateneo de La Calzada (19,00 horas) y mañana en Oviedo, en la Biblioteca de la Granja.

- ¿Por qué una novela que algunos calificarían del Oeste en el siglo XXI?

-Al principio simplemente me sentía fascinada por el universo del wéstern americano, sin saber muy bien por qué. Pero al cabo del tiempo me di cuenta de que había varios aspectos de esa época que se hacían eco en la nuestra. El hecho de encontrarnos ambos en plena revolución tecnológica, por ejemplo. Ellos estaban en los comienzos de la revolución industrial, mientras que nuestras vidas se han transformado con el teléfono móvil. El Oeste americano era también una época en la que las vedettes del Oeste, como Buffalo Bill, construían su propia leyenda viva, de forma no tan diferente quizá a como nosotros tratamos de crear nuestro propio personaje en las redes sociales.

-¿Es un género, el de las novelas de Oeste, que aún permite contar nuestras preocupaciones y emociones?

-Desde luego que sí. El desierto del Oeste americano ha sido para mí el decorado perfecto para poner en escena a personajes con preocupaciones muy cercanas a las de mucha gente de mi generación. Personas presas de una búsqueda existencial, de una felicidad inabarcable. Todos tras su "pepita de oro" particular, que puede ser la gloria, el amor o simplemente un rumbo y un sentido vital. El Oeste fue una tierra de libertad y creo que también muchos de nosotros vivimos en una época de supuesta gran libertad? Lo que nos obliga a vivir con el vacío que ello trae consigo. Ese vacío es la imagen del desierto.

-Al elegir un arco temporal y un espacio geográfico que coincide con algunas de las mitologías del wéstern, ¿qué clichés y senderos trillados quiso evitar?

-Me resultó prácticamente imposible evitar los clichés del western, puesto que a pesar de estar ya muy manidos, continúan siendo la esencia y la base de una realidad histórica. Así que más que evitar lugares comunes, he tratado de darles una mayor profundidad. De volver a su esencia histórica. He intentado, eso sí, evitar utilizar palabras como "saloon" o "cowboy", aunque evidentemente ambos están presentes en la novela. Los he sustituido por "taberna" o "vaquero".

-¿Cómo surgieron esos cuatro personajes en los que pone el foco de su narración, el reverendo Aaron, Charles Teasdale, Pearl Guthrrie y Bill el Ruso?

-Fueron surgiendo en mi cabeza al hilo de mis lecturas y búsquedas. Cuatro figuras arquetípicas que poco a poco cobraron vida, cada una de ellas representando una faceta de nuestra búsqueda actual de la felicidad. El único personaje basado en una persona real es Bill el Ruso. Hice un viaje a Arizona y me topé en un teatro con una placa que describía a este hombre, sobre el que sabemos muy pocas cosas, pero sí que se hacía pasar por un noble ruso y que decía ser un temible forajido, aunque la mayoría de gente no le creía y se mofaba de él. Murió realmente en Shakespeare, Nuevo México. Poco más se sabe de él, así que el resto me lo inventé.

-¿Qué significado tiene la imagen de esa futura ciudad, New Babylon?

-New Babylon es la metáfora de esa felicidad imposible a la que aspiramos. Una felicidad que los personajes esperan encontrar en cada pueblo que dejan atrás, creyendo que su El Dorado se encuentra siempre en el siguiente pueblo, más allá.

-Ha optado por una narración que crece al hilvanar textos más bien breves, de carácter fragmentario, donde funcionan las elusiones y las alusiones. ¿Por qué esa solución técnica?

-Antes ya de empezar a escribir sabía que quería estructurar esta novela a partir de los diferentes y numerosos pueblos que recorren los protagonistas. Decidí así organizar el texto vinculando cada capítulo a un pueblo en vez de atender al orden cronológico de la historia. Esas ciudades-seta del Oeste, que crecían tan rápidamente como desaparecían, eran para mí una imagen poderosa para ilustrar un mundo en el que nada dura. Y para acentuar también el carácter nómada de los personajes, que siempre esperan encontrar la felicidad más allá del camino, en la siguiente parada, y que, pensando que avanzan, en realidad no hacen más que dar vueltas. En cuanto al proceso de la escritura propiamente dicho, durante varios años estuve redactando pequeños fragmentos de texto que después reuní, como las piezas de un puzzle.

-En España y en Europa se conoce bastante más la literatura canadiense anglófona que la francófona. ¿A qué cree que es debido?

-Es difícil contestar a esta pregunta, pero puedo tratar de esbozar una hipótesis: América del Norte se reduce a menudo a la realidad estadounidense, o sea anglófona. Así que puede que los autores canadienses de habla inglesa encajen mejor de alguna forma en ese concepto de literatura americana. También puede que se trate de una razón demográfica, dado que Quebec no deja de ser una provincia en el conjunto de Canadá.

-Hay una muy importante tradición narrativa en lengua francesa. ¿En qué línea se sitúa usted?

-En realidad no siento que pertenezca a la literatura francesa, ¡a pesar de que mi novela está escrita en francés! Mis influencias son mucho más americanas. Cabe decir que los quebequeses han sufrido durante mucho tiempo un complejo de inferioridad respecto a Francia, a quien trataban de imitar o con la que intentaban equipararse. Creo que mi generación es mucho más desacomplejada: no nos preocupa especialmente dónde se nos sitúe en relación a la tradición narrativa francesa.

-¿La independencia sigue siendo la aspiración de buena parte de la población quebequesa o ha remitido ese deseo con el reconocimiento nacional dentro de Canadá?

-La independencia continúa siendo un tema actual que vuelve de forma recurrente a la escena política quebequesa, aunque el fervor soberanista no es tan fuerte en estos momentos.

-Usted es también periodista. ¿Cómo ve la evolución del oficio después de la vertiginosa expansión de las nuevas tecnologías a la que asistimos?

-Trato de no pensar demasiado en ello? En realidad me limito a hacer mi trabajo lo mejor posible y les dejo a mis jefes la tarea de encontrar y pensar nuevas maneras de acercarse a los lectores. ¡Que pase lo que tenga que pasar!

-Su primera novela ha cosechado un notable éxito. ¿Con qué está ahora?

-Tengo en mente una segunda novela, aunque probablemente me llevará varios años escribirla. Estoy ahora mismo en la fase de investigación y búsqueda. Lo que sí puedo avanzar es que no será un wéstern. Cambio el desierto por el universo marino? No diré más, hay que preservar el misterio.

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