El martes 2 de enero de 1968 LA NUEVA ESPAÑA tituló "El primer accidente del año" para dar cuenta a sus lectores del rescate del cuerpo sin vida de un hombre que se había ahogado en la bahía gijonesa. Todo ocurrió poco después de las campanadas de Fin de Año, cuando varios gijoneses que volvían a sus casas por el paseo del Muro de San Lorenzo, tras celebrar la Nochevieja, observaron un cuerpo flotando en medio de un intenso oleaje. Alertaron a la policía y a los bomberos para tratar de recuperar el cadáver pero temporal que azotaba el Cantábrico ese día lo hizo imposible. Al día siguiente se confirmó que el muerto era Fernando Rodríguez Sánchez, el popular nadador asturiano conocido como Panchano. Mítico y "playu". Gijón quedó consternada por este suceso que ya ha cumplido cincuenta años.

Las investigaciones para identificar al cuerpo sin vida que el mar había engullido de madrugada comenzaron tratando de reconstruir las últimas horas de Panchano. En la edición del día 3 de enero, LA NUEVA ESPAÑA ya advierte que podría ser él el fallecido en base a los testimonios de amigos y compañeros de trabajo. Relataron entonces que había pasado la noche del 31 de diciembre en una sidrería próxima a la Antigua Pescadería Municipal a la que acudió después de cenar. Allí estuvo brindando por el nuevo año, era 1968, con un amigo. Una botella de champán para los dos. Panchano quiso pedir otra pero su acompañante declinó la opción. Quienes le vieron aquella noche describieron su estado de embriaguez, incluso el dueño del chigre le ofreció pasar la noche en su casa porque le vio muy perjudicado como para irse solo.

Pero Panchano no aceptó la oferta y él y su amigo, la última persona que le vio con vida, emprendieron ruta. Mientras que su acompañante se retiraba para su casa, Panchano se quedó sentado en un banco de los Jardines del Náutico. A partir de ahí todo se vuelve un misterio. Muchos pensaron, y dijeron a los periódicos, que igual habría bajado a hacer sus necesidades en alguna escalera y que o bien un resbalón o bien un golpe de mar le había atrapado entre las olas. Poco después de las cuatro de la mañana advirtieron el cuerpo flotando.

Los bomberos y la policía, ante el mar encrespado, intentaron rescatar el cadáver desde la barandilla del paseo. Utilizaron cuerdas y "garrampines" pero los esfuerzos fueron en vano. Tan pronto como parecía que las olas le acercaban al Muro le volvía a alejar con la misma facilidad y rapidez. Poco después el cuerpo desapareció engullido por el mar. Lo que sí pudieron rescatar los bomberos y policías fue un documento de identidad a nombre de Fernando Rodríguez Sánchez, vecino de Gijón y con domicilio en la calle General Mola número 21. A la mañana siguiente, sus compañeros de trabajo -trabaja como empleado del ferrocarril de Langreo- se sorprendieron al no verle pues siempre acudía puntual a su puesto. Poco a poco fue corriendo como la pólvora por toda la ciudad que el hombre que apreció flotando en el mar era Panchano, que murió a los 54 años de edad.

Fernando Rodríguez Sánchez había nacido en 1911 en Gijón, en la carretera de la Costa, hasta que luego se mudó, a los siete años, a vivir al barrio de Cimadevilla junto a sus padres, hojalateros de profesión. Desde niño le llamaron ya Panchano, un apodo que ya ostentaba su abuelo -que fue el conductor del último coche de caballos de servicio público que existió en Gijón- sin saber nunca de dónde venía. Janel Cuesta, amigo y discípulo de Panchano, relata que fue un niño espigado, inquieto y travieso en el libro que le tributó en 1987: "Panchano. XXV años de la natación asturiana". Estudió en el San Eutiquio y le tocó combatir en el frente cuando estalló la Guerra Civil en 1936, según dejó escrito la mítica y genial Pepa Osorio en sus "Pinceladas del recuerdo" -la sección que escribió durante años en este periódico-. Con el tiempo se hizo un hombre alto, corpulento y de andares desgarbados al que le apasionaba el deporte. Hizo atletismo pero más aún se enamoró del mar y la natación así como el montañismo y el disfrute de la naturaleza. "Conocía todos los rincones de las cordilleras asturiana".

Pero fue el mar y la natación lo que transmitió a sus discípulos. Panchano, -que tuvo como ilusión en vida que se instalase una piscina en la Antigua Pescadería Municipal- fue de los primeros que constituyeron el equipo de salvamento de la playa de San Lorenzo. Fue preparador del Club Natación Cimadevilla y además enseñó a dar sus primeras brazadas a muchos niños en el Real Grupo de Cultura Covadonga, entidad deportiva que instó a todos sus socios, través de un comunicado, a acudir al funeral por Panchano que tuvo lugar el viernes 26 de enero a las 20.15 horas en la iglesia de San Pedro. "Querido compañero, ejemplar deportista y de siempre vinculado a nuestra sociedad como monitor de natación", rezaba el texto que también recomendaba a acudir a la misma del domingo.

En su obituario en la prensa se le definía como "hombre de gran sencillez y humanidad, muy conocido y apreciado en Gijón". De él decían que si tenía que ir nadando hasta América "cubriría la distancia tranquilamente". Muchos de sus pupilos llegaron lejos en la natación con prestigio a nivel nacional y a lo largo de su vida realizó muchísimas amistades. Uno de ellos, porque la historia merece mencionarlo, ea Segismundo Pera, campeón de España de cien metros libres, con el coincidió como Salvamento en San Lorenzo. La historia la relata su otro amigo, Janel Cuesta, en su libro.

Al terminar la temporada de baños, Segismundo, natural de Zaragoza, se iba y aprovechó para nadar la Travesía de la Playa, ir a cenar juntos y luego tomar una copa. Se despidieron y Panchano nada más supo hasta 20 años después, cuando Janel Cuesta viajó a la capital maña por un campeonato. Allí le dijeron que hacía tiempo se había ido a vivir a La Guinea, donde compró unas tierras y se dedicó al negocio de la madera. Un día, una fuerte riada le llevó varios troncos y, como buen nadador, trató de recuperarlos. Uno de los maderos le golpeó en la cabeza y murió ahogado en el propio río. Una noticia que supuso un duro golpe para Panchano, cuyo nombre sirvió luego para bautizar las primera piscina climatizada del municipio.