Celestino G. V., el único acusado por el asesinato de Silvia Hernández, en marzo de 2016, dio a los agentes policiales que acudieron al lugar de los hechos una versión muy distinta a la que defendió después en comisaría. En un primer momento, el encausado -para el que piden penas de 22 años de cárcel hasta la prisión permanente revisable- aseguró que, tras cenar junto a la que era su pareja, ella decidió irse por su cuenta, separando sus caminos. Él se fue al domicilio que compartían y, tiempo después, a su llegada, Silvia le manifestó que dos mujeres le habían intentado atracar, asestándole dos pinchazos, los que a posteriori le causaron la muerte.

Una mentira producida por "el miedo a que le pudieran acusar a él, debido a los antecedentes de malos tratos que arrastraban". Así lo declararon ayer los agentes que instruyeron el caso en la continuación del juicio con jurado popular que se está celebrando en la Sección Octava de la Audiencia Provincial. Una vez en Comisaría, y al ser preguntado por más detalles, el acusado "se desmoronó" y dio otra versión, la que ahora defiende: que Silvia intentaba autolesionarse, él trató de quitarle el cuchillo y, en el forcejeo, al caerse, se produjo las heridas.

Fueron dos incisiones, de alrededor de un centímetro de longitud y cuatro o cinco de profundidad, en el costado izquierdo y bajo esa axila, las que provocaron la muerte de Silvia Hernández, tras una hemorragia interna. Un fallecimiento que se produjo horas antes de que el acusado llamase a los servicios de emergencia defendiendo la primera de sus versiones, ya que cuando llegaron los agentes, la sangre que había brotado de la boca y nariz de la fallecida estaba ya reseca, con un color oscuro.

Al llegar al domicilio, los agentes se encontraron una casa "sin luz ni agua, sucia y muy desordenada, llena de botellas y bolsas de basura" pero en la que no había indicios de que se hubiera producido una pelea o discusión. Sobre la cama de un dormitorio se encontraron el cuerpo de la fenecida y, en la estancia contigua, sobre la cama, semi oculto bajo una hoja de publicidad, el arma del crimen, un cuchillo de unos 20 centímetros de largo, con 12 de hoja y un mango rugoso, que impidió que se pudieran encontrar en él huellas dactilares. Según declaró uno de los agentes, "el cuchillo era lo más limpio de toda la casa" y, de hecho, no se pudo encontrar muestras de sangre más que con un análisis a fondo en el laboratorio.

Un agente recordó cómo "un vecino dijo que en alguna ocasión ella había amenazado con autolesionarse para inculparle a él", debido al largo historial de malos tratos mutuos que tenían. El juicio continuará hoy con las pruebas periciales y toxicológicas, en un procedimiento en el que la defensa sigue pidiendo la libre absolución del acusado.