"Yo la quería", aseguró ayer el único acusado por el asesinato, en marzo de 2016, de la gijonesa Silvia Hernández, considerada como la última víctima de violencia de género en Gijónúltima víctima de violencia de género en Gijón. Celestino, "Tino", G. V., de 49 años, negó ayer toda responsabilidad en la muerte de quien fue su pareja sentimental durante más de cuatro años, una mujer de 34 años y con 70 por ciento de discapacidad que pereció desangrada en el domicilio familiar que ambos compartían en la calle Carpinteros, en la parroquia de Roces. En su declaración ante el juez y los miembros del jurado popular que decidirán su futuro en esta causa, aseguró que tras discutir con la fallecida -algo habitual en este pareja que sumó varias condenas por malos tratos y detenciones de uno y otro- ésta trató de suicidarse cortándose las venas con un cuchillo y que al tratar de evitarlo ella resultó herida de forma accidental. "Le dije que fuésemos al hospital a que la viesen, pero ella se negó", añadió este gijonés que cumple prisión preventiva en el Centro Penitenciario de Asturias y afronta desde los 22 años de cárcel que piden la Fiscalía y Abogacía del Estado hasta la Prisión Permanente Revisable que solicitan las acusaciones particular, ejercida por los padres y abuela de la víctima, y popular, llevada a cabo por la Asociación de Abogadas para la Igualdad. Sólo su abogado cree en su inocencia y peleará por la libre absolución de su cliente.

Celestino G. V., que siguió la exposición de hechos de todas las partes de forma tranquila pero cabizbajo, optó por responder sólo a preguntas de su abogado, que trató de incidir en la historia de vida de su cliente -en todo momento le llamó "Tino"- para humanizarle ante el jurado popular. Es por ello que Celestino G. V. comenzó explicando que se quedó viudo tras la muerte de su mujer y madre de su hija por culpa de un cáncer. Tras la pérdida de su esposa, con la que ya vivía en el domicilio de Roces, comenzó a beber a diario. Una de sus vecinas era la propia Silvia Hernández, que vivía en el piso de arriba junto a su anterior pareja, que terminó por echarla de casa, para dejar poco después el piso. Ella encontró refugio -siempre según el relato del acusado- en casa del procesado y comenzaron una relación sentimental. "Lo que me enamoró de ella fue su forma de hablar, era muy inteligente y se podía hablar de todo con ella; antes de vivir con ella sabía que tomaba medicación y que consumía droga", relató.

Poco después de iniciar su relación comenzaron las peleas y disputas. También les cortaron la luz y vivían con velas y candiles. La policía acudía con notable frecuencia al domicilio, se sucedían las peleas, las detenciones y hasta las condenas por malos tratos a uno y otro. "Silvia me pegaba; un día me dio un mordisco en la oreja que me dejó el lóbulo colgando y también patadas en la cabeza", relató el acusado. Incluso, Silvia "tenía pendiente un juicio por un delito de quebrantamiento de condena". Él, por su parte, también estuvo en prisión por no cumplir los trabajos en beneficio de la comunidad que le impusieron por una sentencia. Hasta que ocurrió la desgracia.

Habían salido a cenar a una sidrería y volvieron caminado a casa. Al llegar, prosigue el acusado, ella le preguntó por los cargadores del móvil y al responder que no lo sabía -vivían sin luz- "ella empezó a dar patadas a las cosas, a gritarme, cogió un cuchillo y salió de casa al rellano", relata. "Dijo que iba a cortarse las venas; no era la primera vez que lo intentaba", matizó Celestino G. V., que le pidió a Silvia que depusiese su actitud. Al ver que no tenía éxito "le cogió el cuchillo, ella me cogió por la chaqueta y caímos contra las escaleras que suben", explicó como argumento para justificar las heridas de arma blanca de Silvia. Vio que estaba herida en el costado y en la mano y la instó a ir al medio. "No, no quiero ir", cuenta que le dijo ella.

Trapos en las heridas

Entraron en casa y le limpió las heridas colocando trapos húmedos encima. "Lo que más me preocupaba era la herida de la mano, la otra -la que motivó su muerte- dejó de sangrar" y se fueron a dormir. El domingo 13 de marzo de 2016 ella se levantó con dolores. "Pensé que eran por la caída, que se golpeó en el costado derecho; e insistí en que se fuéramos al hospital". Ya de noche, sobre las 20 horas, "me dijo que si al día siguiente seguía igual iríamos al médico". A las seis de la mañana del lunes Celestino G. V. se despertó. "Silvia no se movía, sangraba por la nariz y la boca y llamé al 112", apuntó sollozando. Cuando llegaron los sanitarios ya estaba muerta. El acusado mantiene que no fue el responsable.