Regenta la farmacia del Paseo de Begoña desde hace 34 años, convirtiéndola en un alarde tecnológico. Sus instrumentos recuerdan a un espacio de la NASA, todo está robotizado. Pero al frente de tanto mecanismo está ella, la mano humana y femenina, que la convierten en una pionera: María José Sánchez Cañizal.
- Dígame, ¿quién es?
-Nací en Salamanca, la quinta de seis hermanos. Soy muy trabajadora, positiva y alegre, aunque como buena castellana a veces resulto un poco seca. Estoy casada con Carlos Ocaña, médico especialista en rehabilitación. Tenemos un hijo que se llama como su padre, y a su vez es farmacéutico.
- ¿Por qué estudió Farmacia?
-Mi padre era farmacéutico y también tenía farmacia. Pero no todos sus hijos siguieron sus pasos, únicamente estudiamos dicha carrera otra hermana y yo. Lo hicimos en la Universidad de Salamanca.
- ¿Fue buena estudiante?
-Aunque era difícil, sí.
- ¿Qué la trajo a Gijón?
-El trabajo de mi marido, que obtuvo plaza en el Hospital de Cabueñes. La farmacia nos la cedió Guadalupe González Velasco en 1984.
- ¿Fue usted la primera en abrir por la noche?
-Sí, nuestro servicio abarca las veinticuatro horas del día.
- ¿Qué le parece Gijón como ciudad?
-Me gusta mucho, vivimos en Somió, cerca de La Guía. Nos adaptamos muy bien, me siento una gijonesa más.
- ¿Qué le retribuyó el trabajo de la farmacia?
-De todo un poco, hubo buenos tiempos, otros peores, pero resistimos.
- ¿Le afectó la crisis?
-Mucho. La crisis afectó de manera considerable a todas las farmacias.
- Parece increíble cuando las enfermedades son las mismas, haya crisis o haya bonanza...
-Sí, pero bajaron mucho los precios de los medicamentos.
- ¿Qué plantilla tiene?
-Somos, en total, trece: siete farmacéuticos y seis auxiliares.
- ¿Qué anécdotas reúne en estos años?
-Todos los actores que participan en los espectáculos del teatro Jovellanos pasan por aquí, y también los turistas. Los artistas suelen sufrir de la garganta por el cambio de la temperatura de la meseta a la costa, y vienen a pedir un remedio para seguir adelante.
- ¿Le afectó la época de los asaltos a las farmacias?
-Sí, pero hemos tenido bastante suerte, nunca hemos sufrido un atraco. Nos robaron tres veces y no se llevaron mucho, aunque los destrozos fueron importantes.
- ¿Sabe si es la suya la farmacia que más vende?
-No, no lo es. Son las que están más cerca de los centros de salud.
- ¿Qué cambio está a punto de producirse en el negocio?
-Voy a dejar de ser la farmacéutica titular, y paso a ser farmacéutica adjunta. Eso se llama una jubilación activa, una ley nueva. Quiero seguir trabajando mientras pueda. La titularidad la ostentará mi hijo.
- Tiene usted una preciosa voz de soprano?
-Sí, ahora canto en el Orfeón Gijonés, pero lo hago desde siempre, desde pequeña.
- Si un día se perdiera?
-Que me busquen en Salamanca. La plaza Mayor tiene mucha vida.
- ¿Qué no puede soportar?
-La mala educación y a los vagos.
- Hábleme de su robot?
-Es el único que hay en Gijón de estas características. Lo vio mi hijo en un congreso en Alemania. Hace de todo: coloca los pedidos, limpia, surte, ordena? Ahora hemos puesto pantallas interactivas. Éstas sirven para aconsejar e informar. Por ejemplo, si un cliente dice que quiere dejar de fumar, se lo dices y te presenta todos los productos que hay para tal fin, para qué sirven. Si eliges uno lo tocas y el robot lo trae. Y hay otra cosa que también facilita el robot para las personas que son despistadas o mayores? Coge la receta del médico y lo organiza todo: mete en un pastillero todo lo que tiene que tomar al día. Esto facilita mucho la labor de los cuidadores, y de los olvidadizos.
- ¿En qué pierde el tiempo?
-Me gusta cantar.
- Deportivamente?
-Practico el esquí.
- ¿En qué momento ha sido más feliz?
-Muchos: cuando me casé, cuando nació mi hijo?
- ¿Quién ha sido su maestro en la vida?
-Mis padres.