Los investigadores descartan casi por completo que los encapuchados que robaron en Gijón y Villaviciosa fuesen buscando lagares y aprecia en ello una simple coincidencia. Lo que está claro, creen los vecinos de las áreas afectadas, es que la banda del lagar, con base en el Levante, tuvo que estudiar a fondo a sus víctimas. Al propietario de Sidra Frutos, Gustavo Costales, le llamó la atención que los cacos supiesen que en el almacén había una escalera extensible y que con ella podrían subir hasta la terraza que se hay sobre la puerta principal del lagar. Una vez en ella, entraron en la casa forzando la ventana de la cocina. Sabían también que sus vecinos más próximos, la casa del hermano del lagarero, Fructuoso Costales, estaba esa noche vacía, para correr menos riesgos.

Otro dato que sostiene la teoría de que las viviendas fuesen previamente seleccionadas por los delincuentes es que los dos chalés de Quintes y Quintueles están ubicados en el final de un camino sin salida. A ambos, no obstante, pudieron llegar a pie, así lo cree la Guardia Civil, para facilitar su huida tras conseguir el botín. El último atraco de la madrugada del miércoles fue en Sidra Buznego. Para ello, la banda tuvo que salirse de la nacional y desviarse a Arroes. Ahí sabían que podrían encontrar un furgón con el rótulo del lagar -para pasar desapercibidos- con las llaves puestas. Su propietario, Rafael Fernández, reconoce que por exceso de confianza suelen dejar las llaves dentro de sus vehículos de reparto.

Con dos ladrones ya entre rejas, la Guardia Civil duda de si son tres o cuatro los que continúan fugados. En Sidra Menéndez y en el chalé de Quintueles entraron cuatro, mientras que en el de Frutos fueron tres. No obstante dan por hecho que fuera habría por lo menos uno más vigilando desde un coche.