Arturo Muñiz Claros (Gijón, 1949) es la persona que mejor conoce al Príncipe Aliatar. Su relación surgió hace cuatro décadas, las mismas que el emisario lleva sembrando la ilusión en la cabalgata gijonesa junto a Sus Majestades de Oriente. "Aliatar se va haciendo mayor y cada año tiene más dudas sobre si vendrá a Gijón o no. Luego llega septiembre, le llaman y se dice: 'Venga, un año más'". Y ya van cuarenta. "Por mucho tiempo que lleve saliendo en la cabalgata, se le sigue poniendo el pelo de punta cuando ve el fervor de los niños", explica Muñiz, que además de ser el mejor amigo del mensajero de los Reyes Magos es el actual copropietario del restaurante Casa Arturo, en La Guía. "Lo único que le pesa después de todo este tiempo es no poder ver la cabalgata junto a los suyos. Y es que Aliatar ya tiene nietos", reconoce entre risas.

La relación entre el hostelero y el Príncipe Aliatar comenzó en 1979. Antes, según explica el gijonés, había otro príncipe, Abdelabid, pero su nombre era muy difícil de pronunciar para los niños. "Entonces pensaron en Aliatar, que era un guerrero que luchó contra los moros. Querían que viniera a caballo, y cómo yo sabía montar, me pidieron a mí que le enseñara", narra.

De hecho, el caballo del Príncipe Aliatar fue uno de los primeros animales en participar en la cabalgata gijonesa. "Hasta ese momento sólo existían las carrozas de los Reyes Magos", explica Muñiz. "Aliatar luego probó de todo: limusinas, coches antiguos, coches de carreras? el caso era sorprender con algo nuevo", señala. "Hubo años en los que Aliatar se dio cuenta de que había menos niños viendo el desfile y hubo que hacer un esfuerzo. Siempre se ha entregado plenamente a esto", añade.

Han pasado cuatro décadas desde la primera visita del emisario a Gijón, y el paso del tiempo también ha hecho mella en Aliatar. "Al principio se vestía y se maquillaba para parecer mayor, y ahora lo hace para parecer más joven", reconoce Muñiz. Estos cuarenta años también le han servido para conocer a los niños como nadie. "Ahora tienen muchísima más picardía. Son mucho más despiertos, mucho más agudos, tienen más información que la que teníamos nosotros", explica Muñiz. '¿Y tú cómo te comunicas con los Reyes?', '¿Usáis Internet?', '¿Cómo os trasladáis hasta aquí?' son algunos de los interrogantes que los niños trasladan al emisario. "Un niño de cuatro años ahora te da mil vueltas", reconoce el hostelero.

Esa cercanía con los más pequeños también ha llevado a Aliatar a vivir situaciones delicadas. "Hay críos que van más allá de pedirte un juguete, y te abren su corazón y te piden cosas imposibles, como que sus padres separados vuelvan juntos o que su abuelo malito se recupere", explica.

Aun así, para el emisario de Sus Majestades cumplir cada año con la ilusión de los niños sigue siendo lo más importante. "Hay peques que son estrujables", señala Muñiz. "Al final estar en contacto con ellos es lo más importante", añade.