Marco Martínez, de siete años de edad, estuvo ingresado durante casi 20 días en el Hospital de Cabueñes después de que un proceso gripal le afectase a las terminaciones nerviosas de brazos y pies. Recibió el alta el viernes, pero ayer volvió con su padre a la planta de Pediatría para poder saludar a los "Cosquis Clowns", un grupo de payasos que se recorrió ayer todas las habitaciones con menores ingresados para celebrar el Día Nacional del Niño Hospitalizado. "Estos días decidí que de mayor quiero ser médico", prometió ayer el pequeño.

Según Andrea Cuesta, responsable del área de Enfermería de la unidad pediátrica, actividades como la de ayer permiten que los niños "desconecten del porqué están ingresados" y ayudan a sus padres a "normalizar su situación". "Los payasos nos visitan todas las semanas, es una parte más de nuestro trabajo en el hospital", asegura. Ataviados con sus narices rojas, los "Cosquis Clowns" entraron en todas las habitaciones con niños que estaban los suficientemente estables como para recibir visitas.

El más joven fue Mario Valdeón, de apenas año y medio, que también fue al que menos gracia le hizo la visita; creyó que uno de los payasos era "el coco". Aceptó jugar durante un rato, eso sí, con un enorme cepillo de dientes con el que uno de los visitantes le hizo cosquillas en la pierna. Con mejor humor se lo tomó Gerardo García, de tres años, que acabó tumbado de espaldas y muerto de la risa cuando vio a su madre, Ana Rodríguez, probándose una de las narices rojas. Les dijo a sus visitantes que él de mayor iba ser bombero, así que los "Cosquis" se ganaron la confianza del pequeño al darle un pequeño extintor de juguete que llevaban en una gran maleta llena de pelucas, coronas, peluches y todo tipo de disfraces.

La más extrovertida fue Ariadna Barreiros, también de tres años de edad, que jugó a los piratas durante un buen rato con sus payasos. Obligó a sus padres a ponerse una nariz roja y luego fingía robárselas entre carcajadas. Ella también intentó ponerse una, aunque la sonda de oxígeno se lo puso algo difícil, e incluso convenció a su abuela para que hiciese lo mismo. En su gran maleta los payasos no llevaban un loro de piratas, pero sí tenían un pequeño pulpo de color naranja que se pusieron igualmente sobre el hombro. En la habitación de al lado estaba Enma González, de la misma edad que Barreiros. No dijo una sola palabra a los "Cosquis", pero asintió con la cabeza durante toda la visita, complacida. Los payasos entregaron a cada niño una tarjeta escrita por otro menor hospitalizado que les deseaba una pronta recuperación y les pidieron a los pequeños que, cuando recibiesen el alta, escribiesen también su propio mensaje para los próximos niños que enfermen y tengan que desplazarse hasta Cabueñes.

En total ayer participaron 13 pequeños, que tuvieron que hacer un breve descanso para la merienda antes de juntarse todos en una de las salas múltiples del hospital. Tal y como explica Cuesta, en Cabueñes los niños hospitalizados tienen sus propia clase -con pizarra incluida-, una especia de aula de informática y una habitación de juegos. Toda su planta, además, está decorada con dibujos y guirnaldas. "La idea es que no vean este sitio como algo malo", matiza Cuesta.