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Faraldo: "El fado es ante todo sentimiento, sigue vivo y ha vuelto a la tabernas"

El escritor, profesor y fadista ve en Amália Rodrigues, de la que habló ayer en el ciclo de Gesto, a la gran innovadora de la canción lusa

Paco Faraldo. ÁNGEL GONZÁLEZ

Es uno de los pocos españoles a los que los portugueses le cantan los fados que compone. Iberista con argumentos, Paco Faraldo fue profesor durante años en Lisboa y un pionero de las asociaciones de amistad entre lusos y españoles. Y ahí sigue, en el acercamiento cultural entre un país y otro. Es el coordinador del ciclo, con audiciones comentadas, que la asociación Gesto dedica este mes a la canción popular portuguesa. Quiso dedicar ayer la primera de esas sesiones de "El fado: mitos y ritos" a Amália Rodrigues, gran figura y venerada institución de un género que fue declarado por la Unesco patrimonio cultural inmaterial de la humanidad hace ocho años.

"El fado es ante todo un sentimiento que sigue completamente vivo y que ha vuelto, en los últimos años, a las tabernas", explicó Faraldo en conversación con este diario, antes de desplegar sus erudiciones en la audición comentada sobre Amália Rodrigues y su genio renovador. "Fue, sin duda, la gran innovadora", añadió.

Pero el fado, de cuya existencia hay documentación escrita desde el primer tercio del siglo XIX, no es una expresión musical y literaria homogénea. Es cierto que pocas otras manifestaciones cantadas han sublimado, como lo hace este tipo de canción popular, la melancolía (la "saudade") del alma portuguesa, si es que se puede generalizar con estas cosas. Y lo es también, como señaló Faraldo, que hay unos cuatrocientos tipos de fado tradicional. Una variedad que se explica a partir de distintas composiciones métricas y estróficas.

"El fado ha evolucionado mucho y hoy tiene ya hasta registro sinfónico", indicó Faraldo. Los fadistas, hombres y mujeres, se acompañaban inicialmente de viola (guitarra española) y guitarra portuguesa (laúd). Posteriormente se introdujo el bajo acústico. Una apertura instrumental que no se ha detenido.

"El fado sigue siendo sobre todo el sentimiento, aunque el ritual se ha ido perdiendo por la invasión turística", afirmó Faraldo. Y añadió: "Recuerdo que antes los espectadores tenían que guardar un silencio mortuorio, mientras que ahora se ofrecen cosas más movidas para contentar a los turistas".

El ritual se ha pervertido en algunos espectáculos, pero el fado, según constatación del escritor y profesor, ha vuelto a sus orígenes, es decir, a las tabernas. La dictadura de Salazar, figura del llamado Estado Novo con el que acabó la Revolución de los Claveles el 25 de abril de 1974, optó por la reclusión de este tipo de canción popular en las llamadas "casas de fados". "La idea era sacar la música de las tabernas, porque le daba mala fama, y llevarla a lugares para las élites", hizo resaltar Faraldo. "En Lisboa, ahora, para escuchar fados hay que ir a las tabernas o a las asociaciones culturales", precisó.

Patas arriba

El fadista que también es Faraldo tiene a Amália Rodrigues en la peana más alta del género. Hizo lo que nadie osaba: cantar, por ejemplo, a Camoens o a Guerra Junqueiro. "Su intuición cultural era impresionante y tenía una inteligencia fuera de lo común; lo cierto es que fue una artista arriesgada, que puso el fado patas arriba", relató, antes de encadenar: "Cantó con Sinatra y con todos los grandes, y estuvo muchas veces en el Olympia antes que ningún español".

Faraldo continuará con su acercamiento al fado el próximo día 21. Lo dedicará a La Severa, mito fundacional pero sobre la que hay dudas de su existencia, y hará un sintético repaso por la historia del género. Nada mejor que escuchar las grabaciones que marcaron las noches y los días del fado.

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