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Pilar Vicente de Foronda.MARCOS LEÓN

PILAR VICENTE DE FORONDA | Escultora y activista feminista

"Yoko Ono estuvo mal vista porque se denuesta a la mujer que no sigue el rol del patriarcado"

"Hay gente que valora el feminismo mucho más que antes, pero a la vez el nuevo vuelco político recae en la misoginia; es una época de reacción"

La escultora y activista feminista gallega Pilar Vicente de Foronda considera que el mundo del arte y la cultura se ha servido de los estereotipos misóginos de "feminazi" e "histérica" para justificar su discriminación a mujeres artistas. La experta, que visitó ayer La Laboral para participar en una jornada sobre mujeres artistas, encuentra en la disciplina de la "performance" una manera muy útil de rebelarse contra el arte desde el arte y de reivindicar las injusticias sexistas desde el aspecto más creativo.

-¿Cuál fue ese papel de víctima pasiva de la mujer?

-Las mujeres históricamente siempre hemos estado en un sistema de sometimiento, pero en el arte ha habido mujeres que en determinado momento han sacado esta situación de sometimiento al público, performateándolo. Es lo que se llama hacer público lo privado. Una de las primeras en hacer esto fue Yoko Ono. Mostró, a través de la performance, algo que hasta entonces siempre estaba oculto y ayudó a que se pudiera poner sobre la mesa un problema que no existía.

-¿Y tuvo efecto?

-Ayudó a que se pudiese terminar con parte de ese sometimiento y, sobre todo, saber qué era lo que nos sucedía. Primero se visualizó con imágenes y luego mujeres como Betty Friedan y Kate Millet lo pusieron por escrito.

-De todas formas, las performance de Yoko Ono no tuvieron una buena acogida, precisamente. Ni siquiera a día de hoy.

-Obviamente. Cualquier mujer que se salte los roles de género y no cumpla el papel que se le ha sido asignado por el patriarcado va a ser denostada. Eso es lo que ha sucedido, sí, también con ella, pero en general con todas. Por ejemplo, con Marina Abramovic, que tiene mucha visibilidad, sucede lo mismo. También pasó con Beth Moysés, cuando sacó a sus novias maltratadas en procesión. Demostró que una novia que no esté inmaculadamente maquillada y vestida y con una cara plena de felicidad es algo histriónico y molesto para el público. Moysés lo sabía y se lo mostró al espectador. Sus novias posan con su vestido 30 años después, que ya se les quedan pequeños, y muchas sufrieron maltratos. Es molesto y desagradable de ver, pero es la realidad. De eso hablamos cuando hablamos de violencia de género.

-¿La intención es siempre incomodar?

-Si esa es la realidad, sí. Y por eso nos dicen que estamos locas. Por eso se nos trata de feminazis. No nos gusta ver lo que pasa.

-Con esos nuevos términos para definir al colectivo parece que aumentan las posturas que ven el feminismo como una lucha absurda, como algo irrisorio.

-Bueno, pero no del todo. Quiero decir, mucha gente ahora valora el feminismo mucho más que antes. Lo que sí es cierto es que parte del vuelco político que vemos ahora se debe a la misoginia. Hay que reconocer tanto una parte como la otra. El feminismo está valorándose mucho más, y por estarlo también está siendo más denostado. Ahora estamos en una época de reacción, en buena parte por el electorado de cierta gente innombrable.

-Las posturas se polarizan.

-Sí, lamentablemente sí.

-La performance está llena de referentes mujeres. ¿Se debe a esta intención de reivindicar?

-Bueno, en mi charla aquí en Gijón menciono el trabajo de una compañera que explica por qué el territorio de la performance es sexista. Si hay una disciplina que solo o mayoritariamente lo usamos las mujeres, es porque es sexista. Lo ideal sería que los hombres también participaran y se sintieran cómodos. Cuando cualquier campo se inclina hacia un género u otro, es que algo no está bien. Lo que pasa es que en este campo nos sentimos cómodas porque es subjetivo y recurre a las emociones, a la empatía y al campo personal. Es un espacio en el que nosotras crecemos como sistema.

-¿Y se os aparta de disciplinas más mediáticas?

-Cada vez menos, pero en los años 60 y 70, que es cuando eclosionó esta disciplina, sin duda. Como aquí el material fundamental era el cuerpo, no necesitábamos que nos diesen permiso para entrar en otros espacios.

-¿Cómo ha cambiado la disciplina de la performance?

- Yo destacaría, sobre todo, que ahora es menos autolesivo.

-¿En qué sentido?

-Las activistas vienesas o Abramovic corrieron una serie de riesgos a la hora de perfomatear. Exponían, por ejemplo, su cuerpo al público para que le hiciesen lo que quisieran. Demostraron cuál era la magnitud del problema y, bueno, es complejo de explicar, pero en general aprendimos hasta dónde puede llegar la vergüenza cuando se le da carta blanca. Ahora lo sabemos, antes no. Tuvimos que ver hasta dónde llegaba el arte, el teatro y tú misma, y que a lo mejor lo que era bueno para ti no era bueno para todas. Y, sobre todo, que el arte no siempre puede ser un lugar de terapia y que lo importante es que tú estés a salvo.

-¿Cómo se rentabiliza una performance? No es como un cuadro que algún comprador puede llevarse a casa.

-Es una disciplina activista. Ocasionalmente alguna institución te encarga que hagas algo, pero vivir de esto es prácticamente imposible. Yo a día de hoy me gano la vida como gestora cultural, por ejemplo. Con el cambio de siglo entendí que le arte entre otras cosas también es mercado, y si algo me trajo el feminismo es saber que el mercado puede ser muy canalla. He tenido momentos muy buenos gracias a mis escultura, mi casa está pagada con ellas, pero los últimos diez años de este país han sido devastadores para la cultura en general. No se apuesta por ella.

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