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Crisis del coronavirus

"Me siento apestado", afirma el gijonés amenazado por trabajar en un súper

"Soy el primer interesado en no meter el virus en casa con mi mujer embarazada", asegura el empleado, al que sus vecinos le piden mudarse

"Visto que trabajas en un supermercado y aquí vivimos muchas personas, no queremos riesgos. Por el bien de todos, busca otro lugar donde alojarte mientras dure el virus". Así reza la nota que se encontró a mediodía del pasado lunes pegada en la puerta de su casa en la localidad coruñesa de Noya el gijonés José Antonio López. Un mensaje rubricado supuestamente por los vecinos de su edificio. "Al principio, pensé que sería algún envío que habríamos recibido, pero nunca me imaginaba esto", explica López, trabajador en la carnicería del mayor supermercado de esta localidad gallega. Al abrir el sobre, su sorpresa fue mayúscula.

"Me quedé alucinado, no me podía creer lo que ponía", reflexiona López, que sintió "una gran indignación" al ver la petición, casi amenaza, que le hacían sus vecinos. Lo peor fue ver cómo su mujer, embarazada, rompía a llorar ante el disgusto producido por la situación. "Notas que sobras, eres como un apestado de la sociedad", enfatiza el gijonés, natural del barrio de El Llano.

Con la nota en la mano, se recorrieron las dieciséis viviendas de su edificio, sin dar con el autor de tal acusación. "Todos los vecinos se mostraron muy sorprendidos, no tenían constancia de ello", rememora, asegurando que "rápidamente todos me apoyaron y me animaron". De hecho, en el inmueble hay otros trabajadores de cara al público. "Estaban indignados y asustados, porque al día siguiente les podía tocar a ellos", explica. Nada comparado con el malestar que sentía este gijonés que lleva alrededor de tres años y medio asentado en la villa coruñesa, "perfectamente integrado y sin tener nunca ningún tipo de problema", aunque no oculta que su deseo futuro es el de volver a Gijón, incluso con la ilusión de "montar mi propio negocio", asegura.

"Yo soy el primer interesado en no meter el virus en casa", enfatiza López, padre de un niño que acaba de cumplir los dos años hace quince días y esposo de una mujer embarazada. "Lo último que quiero es contagiar a mi hijo o a mi mujer, así que estoy siempre tomando todas las medidas de seguridad. Estoy todo el día pensando en eso, comiéndome la cabeza y preocupándome", remarca. De hecho, en su edificio, nunca toma el ascensor "e intento no tocar nada".

Con el paso de los días, la rabia no cesa. "Además de que me pongo en peligro por ir a trabajar para que la gente note una cierta normalidad y pueda tener comida en sus casas, me lo pagan así, haciéndome sentir como una mierda. Es muy lamentable", explícita enfadado, aunque agradecido de todo el apoyo recibido de vecinos, compañeros de trabajo y familia. Un respaldo que devuelve en su día a día "intentando tranquilizar a la gente" cuando van a comprar. Sobre todo, en los primeros días de cuarentena, cuando "se veían compras histéricas", por ejemplo, de "montañas de pilas". Por ello, López tiene claro que "estos días hacemos más de psicólogos que de nuestro trabajo".

"Nos tratan como apestados simplemente por ir a nuestro trabajo con normalidad", continúa. "Seguro que quienes ponen esos carteles no se cortan luego para ir a comprar o al médico". Con todo, es consciente de que "son una minoría de sinvergüenzas", pero no duda de que "habrá muchos más casos de gente que se calla y no dice nada, por miedo o vergüenza".

Precisamente por eso, tiene claro que pondrá los hechos en conocimiento de la Guardia Civil, para que tomen las medidas oportunas. "Quiero que le caiga todo el peso de la ley a quien lo haya hecho", remarca. También para servir como ejemplo y conseguir que a quienes se les pase por la cabeza hacer algo similar, "se lo piensen tres veces". El gijonés termina enviando un mensaje de aliento a quienes están pasando por situaciones similares a la suya: "Los que sufren este tipo de actos tienen que saber que no están solos, no deben sentirse humillados".

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