"Cuánta grandeza llega hoy al cielo". Romualdo Trancho, presidente del Patronato de la Fundación Hospital de Jove, sembró a lo largo de su vida amistad, bonhomía y consenso, y así quedó ayer de manifiesto en la celebración de su funeral de cuerpo presente en la iglesia parroquial de Santa María de Prendes (Carreño), de donde era natural y donde llegó a ser distinguido como hijo predilecto.

Unos honores que, a decir de todos quienes le dieron ayer el último adiós, se quedan cortos ante "lo maravillosa persona que era; un gran paisano que siempre aunó consensos y que siempre estuvo presente en la obra de Gijón y de Asturias", resumía afectado el cocinero Pedro Morán, pariente de Trancho y "con mucha y muy buena relación".

La misma que lo unió siempre a los suyos y a todos los que lo conocieron de cerca, como la gerente del Hospital de Jove, Laura Díaz, quien ayer insistía en "la gran pérdida" que supone su fallecimiento, o Javier Fano, presidente de Funeraria Gijonesa, que recordaba su relación "desde hace 20 años" y de la que sólo pudo recordar cosas buenas: "era un hombre maravilloso, bondadoso, eficiente y eficaz, un pacificador y conciliador nato que siempre alcanzó la unanimidad y hacía las cosas muy fáciles; un gran profesional y una persona en quien podías confiar". Como él, Félix Baragaño, presidente de la Cámara de Comercio de Gijón y presente en el funeral, destacaba su "serenidad, su gran sentido común y su tranquilidad, su rigor y su buen juicio".

La pérdida de Trancho ha dejado un gran vacío. Por eso, a pesar de las restricciones sanitarias de estos días, no estuvo exento del merecido homenaje. "Tenía una fuerza que sólo puede dar Dios; siempre empezaba el día asistiendo a la eucaristía y hasta el último momento tuvo palabras de aliento para los suyos, siendo él quien estaba enfermo", ensalzó el párroco Manuel Ángel González, acompañado por el capellán del Hospital de Jove, Javier Vilumbrales, en una ceremonia cantada por el coro de Perlora. "Fue una persona que dio ejemplo y que vivió sabiendo afrontar las dificultades", subrayó González, antes de dar a Trancho "gracias por ser así, por dejar escritas en el libro de la vida unas páginas preciosas".

Dejó Romualdo Trancho amistades allá por donde pasó, y otro ejemplo emotivo fue ayer la presencia en su último adiós de Orlando Valledor, de la sidrería "El Carteru". "Era un cliente de toda la vida. Cómo será que celebró su primera comunión en el local, hace ya muchas décadas", dijo. Una despedida llena de agradecimiento que ejemplifica mejor que nunca que cada uno recoge lo que siembra.