Las toallas ensagrentadas, una verde y otra marrón, que aparecieron en el contenedor de basura en el que encontraron al bebé -con placenta, cordón umbilical y cosido a puñaladas- fueron claves para centrar la investigación del crimen en el propio barrio de Nuevo Roces. Estaban dentro de unas bolsas de basura, grises, en las que la Policía Científica logró encontrar una huella dactilar. Los investigadores, tras revisar toneladas de basura, vieron que el número de serigrafiado de las bolsas era el mismo en días sucesivos: la responsable del crimen era una vecina de los edificios próximos.

Entre otras gestiones, los agentes consultaron el padrón municipal, en el que figuraban 130 mujeres. Para reducir la lista, relata el informe de la UDEV, se centraron en las que estaban en edad de gestar, lo que redujo la lista a 49 nombres. Luego a las menores de 50 años (46 nombres) y las que no fuesen a madres, que bajó las candidatas hasta 28 mujeres del barrio. También quitaron a las que vivían con más de una persona en casa y las que el día 2 de agosto estuviesen fuera de Gijón. Con esos 24 nombres analizaron las huellas dactilares del DNI de todas ellas: las de Silvia A. M., la madre del bebé, coincidían con las obtenidas en las bolsas de basura. Localizaron una foto en el Twitter de Daniel B. S., de 2013, en la que se veía la mochila donde hallaron al bebé, de cuyo modelo solo se habían vendido en Asturias 20 unidades. Los agentes pincharon en ese momento los teléfonos de la pareja, como adelantó este periódico en octubre de 2019. Cuando los sospechosos volvieron de vacaciones, el 4 de septiembre, los investigadores hacían guardia en su casa.