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Santana tuvo 20 kilómetros de fiesta

Granda se adapta a la pandemia y convierte su festejo en una ruta de carrozas entre casas engalanadas que dieron un gran ambiente festivo

"Hicisteis una cosa preciosa. Ver las carrozas, con la iglesia y con Santa Ana en procesión ha sido muy guapo. No lo esperaba y me emocioné". Loli García estaba pasadas las ocho de la mañana a la puerta de su casa, en la parroquia de Granda. Era el día principal de Santana y el festejo que todo el pueblo espera de año en año se quedó esta vez desprovisto de casi todo. Menos de alborada, de misa solemne y de ilusión de los organizadores. Así que hubo que tirar de imaginación y convertir en algo especial la tradicional alborada, esa ruta con la que los gaiteros van despertando al pueblo los domingos de fiesta.

Por eso la emoción de Loli García. Porque el solitario tractor que suele recorrer caminos y caleyas haciendo sonar la gaita y el tambor se convirtió esta vez en una mini procesión de carrozas con tres pequeñas joyas que nadie había anunciado: una réplica de la iglesia de Santo Tomás, con la imagen de la Virgen recorriendo por primera vez todo el pueblo; el "Grandón" de Granda, un gigante que ya protagonizó otras ediciones, y un simbólico ramo, creación de algunos niños de la parroquia y que iba cargado de todo lo que no se iba a poder rifar este año: panes, jamón, sidra y verduras.

"¡Que tengáis salud para seguir discurriendo cosas tan guapas!", les gritaba al paso de la comitiva Avelina Estrada, otra vecina que vio pasar de las primeras a la procesión. Y lo cierto es que había mucha ilusión puesta en una ruta que, en total, recorrió 20 kilómetros llenando los caminos de música, de caramelos que lanzaban desde un tractor y de pitidos para saludar a unos y a otros. Eso sí, no incluyó paradas para evitar cualquier riesgo innecesario y casi tenían que coger en marcha los desayunos que esperaban a los lados del camino: chocolatadas, platos de fruta, pinchos de tortilla y otras dulcerías.

Los mayores aplausos se los llevó la réplica a escala de la Iglesia de Santo Tomás, que acabó llenando de incienso el párroco, José Vicente Álvarez. Un trabajo a contrarreloj al que se dedicaron sobre todo Carlos Rionda, Pili Granjo, Jorge Tirador y Vicente Fernández, con muchos pinches dispuestos a que todo saliera con detalle. Ya que la pandemia iba a dejar menguada hasta la asistencia a la misa, qué menos que sacar en procesión a la Santa para que todo el pueblo la disfrutara. En qué momento se decidió asumir el reto de que con la santa saliera toda la iglesia de Santo Tomás, nadie sabe explicarlo. Pero fue un éxito.

Tanto o más exitosa fue la petición que los organizadores, con Félix Gómez al frente, hicieron a los vecinos para que compensaran la pena de no tener fiesta decorando fincas y caminos. Y el cumplimiento fue rotundo, con casas llenas de banderines, globos, luces y tendales con las camisetas de cada edición de Santana. "Fue increíble ver que juntos somos capaces de hacer mucho y muy bonito. Y es emocionante ver cómo se volcó y participó toda la gente decorando casa y apoyando la iniciativa. Es un orgullo ser de este pueblo", decía Lidia Cabañas, de 15 años. "No sé qué tiene esta fiesta pero siempre se acaba haciendo magia", zanjaba un veterano.

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