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De viaje con Jovellanos | Gran viaje de 1791 (IX)

La estancia en Santander

Las relaciones sociales y el recorrido del prócer por la ciudad costera

La bahía de Santander, con la península de La Magdalena en primer término.

Aquel 13 de agosto de 1791, don Gaspar se encontraba en Santander. Su buena costumbre de registrar todo, o casi todo, lo que le acontecía, en su Diario, nos permite hoy viajar en el tiempo, y conocer en este caso, como era Santander en aquellos días.

Tras visitar la catedral, Jovellanos se acerca al muelle, y es que en la observación de la actividad de un puerto se pueden sacar muchas conclusiones de la actividad económica que en la ciudad se desarrolla, y Jovellanos de esto es muy consciente, y así escribe: "Bajamos al muelle, cuyo proyecto se reduce a una dársena que por entre la catedral y la dársena actual corra hasta la casa de las Atarazanas, con dos entradas; se trata de darle fondo y de extender el malecón hasta el horno de cal, con su pequeña dársena para barcos, rampas y martillos. Sobre el muelle actual hay cinco grandes edificios nuevos: 1. º, casa de Aduana, edificio magnífico, pero colocado fuera de la línea, y que estrecha demasiado la barbacana de la dársena proyectada; 2. ° hasta 5. °, casas de particulares hechas de dos en dos, de tres altos y entresuelos, todas iguales, que dan un magnífico aspecto a la villa, ruin por otra parte y destartalada fuera de lo nuevo. Las casas son de Mazo, de su yerno Campo, de Gutiérrez, de la Compañía o gremio de lonjistas o cacateros (uno de los cinco de Madrid), de Collantes, capitán del puerto, etcétera. Se proyecta una nueva plaza, extender la población por toda la largura del nuevo muelle, hacer a espaldas una pequeña alameda, empedrar toda la villa y limpiar (bien lo necesita) por medio de un cantarillón que se está ya construyendo y debe desaguar fuera de las dos dársenas. Esto y el incremento del comercio, que se conoce ya, está compensado, primero, con la inmensidad del proyecto, para el cual no puede haber dinero ni fuerzas; segundo, con la resistencia de ciudad, consulado y obispo, opuestos a la obra; tercero, con las arenas que van inutilizando el puerto, y que mudando de sitios en tiempos de avenidas hace su canal incierto; este río, que recibe las vertientes de montes altísimos, trae a la concha muchas arenas, y ellas harán su efecto. Se piensa en desviar el río, para lo cual será preciso abrirle un canal de cerca de tres leguas. ¿Quién podrá esperarlo, añadida ésta a tantas y tan costosas empresas?"

Varios aspectos a comentar en este interesantísimo párrafo. En el año 1765, la promulgación de un Real Decreto de Libre Comercio, que permitió a la ciudad santanderina comerciar con las colonias americanas, trajo consigo la necesidad de ampliación y modernización del puerto. Además en 1785, tras la creación del Consulado de Santander, la necesidad de crecimiento aun se hizo mas palpable. De ahí esas referencias que Jovellanos hace sobre el puerto y sus obras. Cuenta nuestro personaje como eran las instalaciones en aquellos momentos, y destaca los problemas que ve, de hecho desembocan en la bahía varias rías, aunque don Gaspar cita que se piensa desviar solo un río, en realidad son las rías de Raus, Cubas, San Salvador, Boo y Solla, las que allí desembocan.

Cita en el texto también a un tal Campo, pero en este próximo párrafo veremos que lo nombra de nuevo y ahora sabremos quien era, porque Jovellanos visita mas lugares, a ver como nos lo cuenta: "Fábrica de cerveza a cargo de Campo, magnífica, con dos grandes almacenes de fermentación, y tina, horno, caldera, enfriaderos, graneros para la cebada, piezas dobles de oreo, cuarto de ladrillos horadados para tostarla, tahona y demás. Se trabajan al año 200.000 botellas de cerveza, doble y sencillo. No vimos el refino de azúcar, que está malparado, y su empresario pobre. Hay otros dueños de fábrica de cerveza, Lorán y Zuloaga, que trabajan ya de 40 a 50.000 botellas, que se venden a cinco reales cada una. El hoblón u hopa viene de Inglaterra, suele costar alguna vez a doce reales libra, y, sin embargo, se prefiere al del país, que abunda en los campos sin cultivo, pero es de poca substancia y se necesita usar en doble cantidad. No puede cultivarse porque ocupa mucha tierra, y aquí hay poca laborable. Bebimos en convite en casa de Colosía, y hubo música. Buena cena, y vámonos a dormir, que son las doce y media."

Salgamos de dudas, se refiere Jovellanos a Francisco Antonio del Campo y Alonso de la Sierra, primer conde de Campogiro, personaje de por sí, curioso. Síndico General y Alférez Mayor en la ciudad, además de ser uno de los principales armadores e industriales de Cantabria. En sus amplias posesiones de la finca de Campogiro llegó a tener seis mil manzanos y producía sidra. Y en 1786 funda la citada fábrica de cerveza que Jovellanos visitó y nos narra en el Diario.

Este personaje de la burguesía cántabra entraría en la nobleza, cuando el Rey Carlos IV, tras Real Cédula, le nombre primer conde de Campogiro, indicando con claridad los porqués del nombramiento: "Queriendo dar a Don Antonio del Campo un testimonio público de su especial protección, a que se ha hecho acreedor por el celo, actividad y esmero con que ha establecido y mantiene tan acreditada y útil fábrica".

A su vez le permiten el uso del escudo real sobre la puerta de acceso a las instalaciones fabriles.

Llegó a tener otra fábrica de botellas, una de loza y refinerías de azúcar.

Falleció este personaje, al cual Jovellanos trató en su visita a Santander, en 1817.

Cuando Jovellanos cita en su visita a la fábrica de cerveza el hoblon u hopa se está refiriendo al lúpulo que no sólo venía de Inglaterra sino que también se cultivaba en la propia Cantabria. De Inglaterra venían también maestros cerveceros, los cuales trajeron sus métodos. En el caso de la fábrica que visitó nuestro ilustre viajero, se llamaba Thomas Webb.

A las doce y media se retira a sus aposentos a descansar porque el día 14 también será intenso. Se inicia como solía ser habitual en Jovellanos con una misa, pero mejor veamos como lo narra él: "Domingo, 14.-Salida a misa; el antiguo colegio e iglesia de jesuitas, convertidos aquél en palacio obispal y ésta en parroquia, son lo mejor que hay de arquitectura en Santander, y del carácter serio y grandioso propio del gusto de Juan de Herrera, de quien, o de Juan de Mora, puede ser esta obra, pues se costeó por doña Magdalena de Ulloa, viuda del célebre asturiano Luis Quijada; el claustro y la galería son muy bellos; lo es la iglesia, de una nave con crucero y capillas bajo los arcos laterales. En ésta son también de bella arquitectura los retablos mayor y colaterales, aunque de fines del siglo pasado. La escultura y pinturas de ellos no pasan de medianas; pero, sobre todo, es lindísimo el frontispicio dórico, en el cual está feamente rebasado el frontoncito de la portada, porque dicen que se caía".

Cita Jovellanos aquí lugares importantes de lo que fue centro histórico de Santander hasta el fatídico año de 1941 con el incendio brutal que asoló la ciudad. Se refiere al que fuera colegio de la Compañía de Jesús, que tras su expulsión fue convertido en parroquia y palacio obispal, que es como lo vio Jovellanos. Menciona a Magdalena de Ulloa, viuda del asturiano Luis Quijada, que fuera mayordomo de Carlos I, que tras la muerte de su esposo invirtió ingentes cantidades en obras pías y patronatos. En Oviedo por ejemplo, patrocinó y financió las obras del colegio de San Matías y su iglesia, lo que hoy es iglesia de San Isidoro y mercado del Fontán, mientras que en Santander este lugar es el que financia, ya que de los más de 400.000 ducados que quedaron en manos de Magdalena de Ulloa, sin duda, fue la compañía de Jesús la más beneficiada.

Que nadie lo dude, el camino de Jovellanos prosigue, pero la siguiente parada de nuestro viajero la veremos en el próximo capítulo.

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