Cada día Nacho Rioyo sale de su casa en el barrio de El Llano para dar un paseo que le lleva hasta la plaza Mayor, allí es donde coge fuerzas, toma su “café con leche bajo de café”, y pone vuelta a su casa. El ritual tiene una parada fija, a la que solo podrá acogerse hoy y mañana: La Botica Indiana. “Me quedo frío, no sabía que cerrabais”, comenta cuando le sirven su consumición. “Ni me preguntan el que es, ya lo saben, es una pena, es un sitio muy especial”, añade. Después de veinte años, este emblemático establecimiento se despedirá de sus clientes mañana, al no llegar a un acuerdo con la propiedad para renovar su alquiler.

“Nos llevamos miles de recuerdos. Esos primeros desayunos de la mañana, los vermuts, los almuerzos, las meriendas, los cafés, las noches eternas, las fiestas interminables, bailes, risas, conversaciones, algunos amores y muchas anécdotas”. Con este mensaje, en sus redes sociales, la Botica de Indiana anunciaba su despedida a primera hora de la mañana. “Nos quema el móvil”, apuntan los camareros del local, entre servicio y servicio. “Es una mañana de locos, da mucha pena, no hemos parado de recibir mensajes de cariño de nuestros parroquianos, lamentando el cierre”, añaden.

El último pincho y café de La Botica Indiana

Como cafetería, La Botica Indiana lleva dos décadas. Su apertura fue para tomar el relevo a lo que era conocido como “La Botica”, un restaurante de tipo marisquería muy popular. Quienes más le echarán de menos son sus clientes fijos: los vecinos de Cimadevilla y los trabajadores del Ayuntamiento. “Éramos la parada para el café y el pincho de cualquiera que viniese también a arreglar un papel, junto con todos los que estaban ahí trabajando”, relata Antonio Estévez, encargado del local.

La magia que tenía este local, junto a su ubicación, era la combinación que ofrecía para llamar la atención de todas las edades. “Por la mañana venían los currantes, y por la tarde los jóvenes a aprovechar de la terraza”, explica.

Estar situados en la plaza Mayor les permitía dejar un buen recuerdo para muchos turistas. “Casi todas las excursiones tienen parada en el Ayuntamiento. Y en verano, cuando arranca Gijón, con los conciertos de esta plaza, nos permitía estar muy animados”, relata en el encargado, que echará de menos dos sonidos y también un detalle: “Las guitarras en la terraza y los gaiteros cuando llegaba el calor. Estábamos en uno de los sitios con más vida de Gijón”.

En la terraza, aprovechando los pequeños rayos de sol que aparecen con vistas al Ayuntamiento de Gijón, Rodrigo Cobos y Silvia García tocan la guitarra. Son componentes del grupo “Serenata inmediata”. “Ensayamos donde cuadre, mejor hacerlo en una terraza que en casa”, comenta. “Fue improvisado, no sabíamos que iba a cerrar este local. Es una pena, porque todos los veranos hacen aquí conciertos, y este lugar es especial e inspirador”, añaden mientras se vuelven a arrancar a tocar con la guitarra.

Los dueños del local no han querido renovar el contrato a La Botica Indiana, que buscará reencontrarse pronto con sus clientes en otro local. Rioyo, que justifica ba esta parada para obligarse a caminar desde el Llano –“si bajase a un bar de debajo de casa no caminaría nada, aquí encontré mi rincón para el descanso”– fue uno de los muchos que ayer se dedicó a comentar sus momentos más felices en un emblemático local, que servirá entre hoy y mañana sus últimos cafés, pinchos y bebidas.