El síndrome del ojo seco es una dolencia que afecta a más de la mitad de la población. Se calcula que más del 60% de los mayores de 45 años sufre este trastorno. Esto se traduce en que en España son unos 5 millones las personas que lo padecen. Para poner freno a esta dolencia es fundamental ponerse en manos de un especialista. Y en Gijón ninguno mejor que el de los cuatro centros que Opticalia (carretera del Obispo, 32; avenida Argentina, 46; calle Langreo, 9; Juan Alvargonzález, 35).

Pero, ¿qué es exactamente el síndrome del ojo seco? Es lo que sucede cuando la lágrima es incapaz de humedecer y lubricar adecuadamente la superficie del ojo. Esto nos lleva a otra pregunta: ¿Cómo funcionan las lágrimas? Los ojos producen lágrimas de manera constante para mantenerse húmedos y lubricados. Cada vez que parpadeamos, el párpado se encarga de esparcir una lámina de lágrima sobre el ojo. Con esto se consigue mantener la superficie suave, lisa y uniforme. Por eso la película lagrimal es fundamental para la buena visión.

Sobre los motivos que producen este síndrome, es difícil quedarse con uno solo, pues influyen varios factores. Hay casos en los que esto se produce por un desequilibrio en la composición de la lágrima. También hay ocasiones en que sucede por una deficiente producción lagrimal.

Este tipo de dolencia suele aparecer con la edad. Las mujeres que han llegado a la menopausia son más proclives a padecerla. Los problemas en los párpados y algunas medicaciones, como los tratamientos de glaucoma, también aumentan la predisposición a sufrir el síndrome. Ambientes con exceso de aire acondicionado o la exposición continuada a la luz de pantallas como las del ordenador o el móvil, también tienen relación con el ojo seco.

Los principales síntomas del síndrome de ojo seco son picor, quemazón o sensación de arenilla. También es común la aparición de moco o legaña y percibir una excesiva sensibilidad al aire y la luz. Suele ser habitual que los ojos se fatiguen rápidamente con la lectura, periodos de ojo lloroso, visión borrosa al final del día y la imposibilidad de usar lentillas.

La solución a este problema pasa por ponerse en manos de un especialista y hacer un estudio de la lágrima. En este caso, el optometrista es la opción más cercana. Será quien haga las pruebas necesarias para determinar el grado de ojo seco que padece el paciente. Habitualmente, para estos casos se prescribe el uso de lágrimas artificiales y en los casos más severos pomadas de uso nocturno.

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