“Además del boicot delante del negocio, me hicieron pasacalles dos veces por las calles de Gijón, todo el tiempo diciendo ‘Jose, paga y vete de Gijón’, llamándome violador y acosador sexual. Llenaron toda la ciudad de carteles de esos y mi familia y yo íbamos todos los días con una escalera y rasquetas para quitarlos una vez por la mañana y otra por la noche, porque tenían dos individuos de CNT que se dedicaban solamente para pegar carteles mañana y tarde”. El repostero José Álvarez, que en 2017 cerró la confitería La Suiza, en la Avenida Schultz, después de seis meses de protestas de la CNT en las que supuestamente le acusaban de acosar sexualmente a una empleada que quería dejar la empresa, presuntamente por haberse negado a pagarle una cuantía económica, por seguir adelante con una denuncia contra el novio de esta y querellarse contra el sindicato, recordó ayer en el Palacio de Justicia de Gijón el calvario por el que pasaron él y su familia.

El confitero fue uno de los testigos de la acusación que acudieron ayer a declarar en el juicio contra la extrabajadora, seis militantes y cargos de CNT y un activista que divulgó en Internet un vídeo en el que militantes del sindicato aludían al hipotético acoso a la trabajadora.

“Fue una acción planificada. Me grabaron un vídeo donde me acusaban de acoso sexual y laboral y maltrato; hicieron público un pasquín en el cual decían que tenía un centro de explotación laboral, que yo era un torturador”, señala. Además el empresario relata que el entonces secretario general de CNT de Gijón y otra militante en una reunión en el despacho de quien entonces era su abogado “me dijeron que ‘si no aceptas, incrementaremos las acciones contra ti y tu negocio; vamos con Olga a muerte y si tienes que cerrar, me importa tres cojones’”.

Tanto José Álvarez como su mujer indicaron que tuvieron que someterse a tratamiento psiquiátrico, porque “llegó un momento en que era insostenible, no podíamos más”, en palabras de él.

En la sesión de ayer también declaró su hijo, dos comerciantes con negocios próximos, una trabajadora de la pastelería y una clienta habitual. También quien entonces era abogado del confitero, en cuyo despacho se grabó, sin su conocimiento, una conversación con los sindicalistas, que ahora se usa de prueba contra ellos.