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Albajara (Antonio Ferrandis), a su llegada a Gijón, en un fotograma del filme. | Nickelodeon

"Volver a empezar": El espíritu fílmico de la Transición

La oscarizada película de Garci, que abraza la nostalgia y hace dialogar la alta cultura y la popular, es una obra muy fiel a su época

“Volver a empezar” no tuvo mucha fortuna crítica en su estreno, ni tampoco ha gozado de gran predicamento entre los analistas e historiadores que se han aproximado posteriormente a la película. Cuando llegó a las pantallas, en febrero de 1982, algunos críticos le dieron una buena tunda. Fue el caso de Diego Galán, que en las páginas de “El País” afeaba a Garci un “intento lírico” que le parecía “moroso y hueco”. Un año después, el propio Galán tildaría a “Blade Runner” de ser “una historieta pretenciosa” que parecía por momentos “un spot televisivo” y cuya entrada “debería costar menos”...

Volviendo al filme de José Luis Garci, el “Oscar” a la Mejor película extranjera, el primero logrado por una producción española, propició una revisión de las críticas y rectificó un discreto paso por taquilla. La película se convirtió en un hito para la industria española y propició un mayor interés de los mercados foráneos hacia nuestro cine. Pero ese logro –como también el hallarse emparedada entre dos obras mayores de la filmografía de Garci como son “El crack” y su secuela– ha acabado orillando, en cierta manera, a “Volver a empezar”, que apenas figura en los libros de historia del cine español por ese “Oscar”, y que ha sido sistemáticamente excluida del canon, del listado de las películas clave de nuestra cinematografía, pese a tratarse de una obra con ciertos valores y, sobre todo, profundamente conectada con su época.

Elena (Encarna Paso) y Albajara, en el merendero. | Nickelodeon

En líneas generales, “Volver a empezar” podría interpretarse como una fusión entre “Fresas salvajes” (1957) de Ingmar Bergman y “Breve encuentro” (1945) de David Lean. Al igual que el profesor Borg (interpretado por Victor Sjöström) del filme sueco, Antonio Albajara (Antonio Ferrandis), un escritor español naturalizado estadounidense que acaba de recibir el premio Nobel, retorna al escenario de su juventud para recibir un homenaje.

Al igual que a Borg, a Albajara le ronda la muerte, como quedará de manifiesto en la escena más potente del filme: su conversación con su amigo “Roxu” (José Bódalo), brandy en mano. Ante la chimenea, Albajara le pasa a “Roxu” su diagnóstico, y le inquiere sobre el tiempo que le queda, no más de unos meses.

Garci introduce una variación interesante al convertir el homenaje en un acto de raíz popular: a diferencia de Borg, que retornaba a su universidad, Albajara será distinguido por el club de fútbol en el que formó en su juventud, el Sporting. Esta diferencia permite a Garci introducir una dialéctica entre la alta cultura y la popular, que se verá también reflejada en la banda sonora, que oscila entre la música clásica, en concreto el “Canon” de Pachelbel, que domina la primera parte del filme, y el “Begin the Beguine” de Cole Porter.

“Roxu” (José Bódalo), entrega a Albajara (de espaldas) el diagnóstico. | Nickelodeon

Las primeras secuencias del filme, con la llegada de Albajara a Gijón, son las que quizás han sufrido más el paso del tiempo. Esas estampas de Gijón con el “Canon” de fondo resultan un tanto añejas vistas hoy, pero no dejan de ser hijas de su tiempo. Apenas tres años antes, Robert Benton ya había punteado su exitoso melodrama “Kramer contra Kramer”, triunfadora en los “Oscar” y en las taquillas de medio mundo, con obras de Vivaldi y Purcell.

Este primer tramo, en todo caso, ya introduce el tema central de la nostalgia, que atraviesa toda la película. Un asunto que se pone en primer plano en el momento en el que entra en escena Elena (Encarna Paso), el amor de juventud de Albajara, y con quien compartirá una efímera felicidad, que aproxima su relación a la esbozada en el filme de David Lean.

Tras su reencuentro, la pareja inicia un paseo que concluye en un viejo y vacío merendero: el de Ideal Rosales, en La Guía. Allí, Albajara y Elena, con las manos entrelazadas, recuerdan su primer baile, mientras la cámara recorre el merendero al ritmo melancólico de “Begin the Beguine”, invitando al espectador a imaginar cómo sería aquella verbena de antes de la guerra, en la que Albajara y Elena se conocieron. Una puesta en escena en la que se percibe con nitidez la mano del gran Gil Parrondo, que iniciaba con “Volver a empezar” su fecunda relación profesional con Garci.

Esta ensoñación nostálgica no es casual. Al final del filme, Garci introduce un expresivo rótulo, que revela el objeto del filme: “Esta película quiere rendir homenaje a los hombres y a las mujeres que empezaron a vivir su juventud en los años treinta; y en especial, a los que aún están aquí, dándonos ejemplo de esperanza, amor, entusiasmo, coraje y fe en la vida. A esa generación interrumpida, gracias”. Un canto a los que sufrieron la Guerra Civil, que no es ajeno al hoy desdeñado espíritu de la Transición, del que esta película es fiel reflejo. Porque a fin de cuentas de eso se trataba: de volver a empezar.

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