“Lo único que queríamos era honrar a mi padre como se merece”. Con estas palabras resumió Nuria Antuña, hija menor de “Tino el de La Camocha”, la emotividad del último adiós que su familia dio a Faustino Antuña en el Tanatorio Jove, fallecido el pasado viernes 23 a la edad de 88 años. Junto a ellos, una gran cantidad de amigos llenaron el salón de actos para llorar la pérdida del que fue un referente en la lucha obrera sindical de la mina La Camocha, exsecretario general de las Comisiones Obreras que ayudó a crear, vecino destacado del barrio de La Calzada e impulsor del Club de Ciclismo La Calzada, pero “ sobre todo, padre, abuelo y marido ejemplar”, recordó otra de sus tres hijas, Marife Antuña.

Faustino Antuña en el bar La Pipa. | Marcos León

Entre los asistentes se encontraba José Manuel Zapico, secretario general en la región, además de otros miembros de la comisión ejecutiva regional y gijonesa. También Juan Manuel Moreno Cubino, líder vecinal de La Calzada perteneciente al mundo del ciclismo, y José Antonio García Casal, “Viti”, excompañero en la mina y secretario general de las comisiones anterior al fallecido. Sin embargo, con un buzón de mensajes lleno de palabras de pésame y afecto de otros allegados al gijonés, Nuria Antuña aseguró que “fueron muchas más personas de las presentes las que quisieron decirle adiós”, aunque las limitaciones de aforo lo impidiesen.

“Rosi”, Rosa Suárez, estuvo en primera fila, arropada por sus hijas, Nuria, Rosa y Marife y sus ocho nietos y bisnietos, mientras escuchaba todas las buenas palabras dedicadas a su marido, “con el que caminó codo con codo por la vida”, tal y como apuntó Moreno Cubino, que quiso trasladar sus condolencias a toda la familia. “Era un luchador, trabajador número uno en todo lo que pudo y un marido único. Nunca le echamos de menos en casa”, elogió la viuda. Su hija Marife se dirigió a Faustino para transmitirle: “nos quedamos como tú querías, todos unidos recordándote y cuidando de mamá”.

De una forma u otra, las palabras de aquellos que hablaron coincieron en mencionar la talla moral de Tino, como una persona “que se comprometió a formar parte del cambio”, según mencionó “Viti”, y que “luchó por los derechos fundamentales recogidos hoy en nuestra constitución a pie de calle”, apuntó Moreno Cubino. El sindicalista Zapico se sirvió de unos versos del poeta Mario Benedetti para nombrarle “militante de la vida”, de aquellos que “saben que lo mejor de la vida es dedicarla a los demás y hacen historia sin proponérselo, al entonar nuevos relatos diferentes al franquista”.

Por su parte, Moreno Cubino recordó la “gallardía” de un “referente de amistad y camaradería”, al congregar a sus vecinos de La Calzada entorno al ciclismo en un tiempo en el que “reunirse con compañeros de afición era saltarse la ley”, en referencia a su labor como creador de la Peña Ciclista Bahamontes e impulsor de importantes citas ciclistas en La Calzada. “Convirtió las fiestas del barrio, 18 de julio, en una festividad del ciclismo y logró incluir esta cita en el panorama nacional”, detalló. Un lugar en el que quedará su huella como “personaje querido por todos”, añadió Marife, “que llegaba con sus historias y todo el mundo escuchaba”.

La hija del fallecido Tino también quiso subrayar una inamovible fidelidad a sus principios. “Fue un hombre al que nadie logró cambiar, al que nadie pudo comprar, al que nadie atrevió a pisar”. Vivió luchando de pie frente a “todos los que han querido tapar la boca a todos los niveles, incluso bajo amenazas”, contó, sin dejarse amedrentar. Un minero al que no lograron poner traje y corbata, a base de renuncias a “concejalías y puestos de jefatura en La Camocha” pese a que “muchos vecinos de La Calzada le dijesen que tendría que haber ocupado algún cargo político importante en la ciudad”, recalcó su hija. Íntegro e inquieto, algo que haría de la casa familiar “una biblioteca llena de libros de su interés”, los cuales no abandonaría “ni en sus últimos días de vida”.

Visiblemente emocionada, pausó su discurso al contar que muchos allegados le decían que se parecía a su padre “sobretodo en lo personal”. Sacó fuerzas de flaqueza para afirmar: “en su hacer por los demás, me quedo yo porque él ya no podrá estar”.

Pero la emotividad respirada en el ambiente se hizo aún más visible cuando, bastón en mano, Irene, nieta de Antuña, alzó la voz. Explicó: “este bastón fue uno de los cientos que mi abuelo talló. Regaló uno a cada nieto y bisnieto, y este fue para mi hijo”. “No sé que hacer, necesito verte por última vez, pero no puedo, y me rompo”, suspiró. Posteriormente, exclamaba: “¡Cómo no estar orgullosa de un abuelo como tú!”.

Tras un minuto de silencio en el que todos los pensamientos se dirigieron al difunto, gran parte de la multitud alzó su puño izquierdo en alto para entonar la canción “En el pozo María Luisa”, como homenaje al exminero, ya eterno para toda la ciudad. “Descansa camarada, te queremos papá”, sentenció Marife,