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La caída del verso suelto del PP

Muchos empezaron a poner en duda su palabra y el ambiente en el grupo municipal con las concejalas y parte del personal era muy tenso

López Asenjo. Ángel González

Alberto López–Asenjo (Ávila, 1961) desembarcó en Gijón, la ciudad en la que transcurrió su juventud y pasaba los veranos, para reflotar las siglas de un partido que, por aquel entonces, estaba relegado a una posición testimonial por Foro Asturias, con Carmen Moriyón con el bastón de mando. Son muchas las teorías, alguna rocambolesca, de cómo, por qué y por quién se apostó por este veterinario de carrera para liderar aquella candidatura. Su versión más repetida es que venía con el aval de la exministra de Agricultura Isabel García Tejerina, con la que ostentó la secretaría general de Pesca en el Gobierno de Rajoy que acabó en moción de censura. Sea como fuere, lo cierto es que su presentación en sociedad fue en loor de multitudes, con la playa de San Lorenzo como paisaje de fondo y de la mano de Pablo Casado, que llegó a Asturias para lanzar a Teresa Mallada a la presidencia regional y poner así punto y final a la etapa de Mercedes Fernández. Es por eso que la designación oficial de Asenjo como candidato, en marzo de 2019, escoció y mucho al fiel séquito “cherinista” (por aquel entonces controlaba el partido en Gijón), que le pusieron la etiqueta de “malladista”. Pero Asenjo pronto se convirtió en un verso suelto, imposible de controlar. Incluso trató de serpentear para convertirse en el presidente del PP de Asturias. Ahí le tomaron la matrícula, pero su actuación por libre y las acusaciones de “deslealtad extrema” terminaron poniendo la cruz a un portavoz cuyo cese del miércoles nadie ha tratado de evitar. Ni si quiera Génova. Muchos ya no le creían ni un palabra.

Palos en las ruedas.

La campaña para las municipales de 2019 se le puso cuesta arriba a López–Asenjo, que no encontró excesivo respaldo en el partido. De hecho, el “cherinismo” hizo de altavoz para dejar claro que no era de Gijón y que no podía votarse a sí mismo al no estar empadronado en la ciudad. Prueba de ello fue que llevase la merienda a los interventores del PP en el Palacio de los Deportes para justificar su presencia cerca de una urna en la jornada electoral. Pese a todo, retuvo los tres concejales que había. Ni tan mal, pensaron los que temían un cataclismo. La economía azul fue su punta de lanza durante aquellos meses de 2019.

Por libre.

Con el partido en transición entre el “cherinismo” y el “malladismo”, con un PP de Gijón aletargado bajo la dirección de Mariano Marín, López–Asenjo se convirtió en la cara visible de los populares en la ciudad, creando una web alternativa a la cuenta oficial que nutría de vídeos protagonizados por él mismo para analizar temas de actualidad en espacios de Gijón.

Las acusaciones por incumplir las directrices del partido fueron como las gotas que caen al vaso hasta que se colma. Su posición a favor de Moreda para la estación intermodal, su postura contra la fusión de la Comandancia de la Guardia Civil o la mano tendida a la alcaldesa, la socialista Ana González, fueron vistos con recelo en las direcciones regional y local. Tampoco sentaron bien las iniciativas que impulsaba para ir de la mano con todos los grupos municipales de la oposición.

Sin apoyos en el partido.

La salida de Mariano Marín, que cargó duramente contra el nombramiento de Asenjo, no permitió mejorar las relaciones del portavoz y el partido. Al contrario, cuando se recuperó la actividad en la sede de Álvarez Garaya, tras la llegada a la presidencia de Pablo González, el distanciamiento se hizo mayor.

Asenjo, cuentan fuentes populares, incumplía las directrices en muchas ocasiones a la hora de votar propuestas en los plenos. El desconocimiento de la filosofía del PP en algunas de sus decisiones también escamaba a los mandos del partido. Sus ausencias en las juntas locales, las comisiones de estudio y la comisión paritaria entre el partido y el grupo municipal fueron minando la confianza en el portavoz. Igual que le ocurrió a su llegada con los “cherinistas”, amplia era la distancia que le separaba con los nuevos dirigentes.

El grupo municipal, un polvorín.

Fue Asenjo quien apostó decididamente por la olímpica Ángela Pumariega para acompañarle en los puestos de salida de una lista electoral en la que pretendía recuperar a históricos militantes del PP de Gijón que no estaban encuadrados en el frente cherinista. Ángeles Fernández–Ahúja logró el tercer acta de los populares.

Los tres ediles se repartieron las áreas de trabajo y también las dos liberaciones asignadas al PP de forma proporcional. La labor estaba en marcha, pero las rencillas comenzaron a aflorar y ni la pandemia calmó las aguas. Asenjo comenzó a acaparar el protagonismo, limitando las apariciones públicas Fernández–Ahúja y Pumariega, ya fuese en rueda de prensa o en asistencia a actos institucionales. El trato, por momentos despectivo con los trabajadores del grupo, convirtió el ambiente en irrespirable en el despacho municipal. Que saltase por los aires la situación era cuestión de tiempo.

Los últimos actos más multitudinarios, como las visitas a la Feria de Muestras o la concentración en la plaza Mayor en repulsa del crimen de las niñas de Canarias, evidenciaron que por un lado iba a Asenjo y por otro, las concejalas.

Deslealtades.

La dirección de los populares no estaba cómoda con López–Asenjo y su gestión. Había preocupación. Por un lado, estaba la opacidad en las cuentas del grupo municipal, controladas exclusivamente por él y al margen del resto de integrantes del grupo, algo que, según comparten desde el partido, es práctica inusual. Por otro lado, que no derivase fondos al partido también se criticó. Ambos aspectos se los recriminaron el lunes en la junta local, donde se hizo muy evidente la fractura y su falta de apoyos. Mientras los afiliados cerraban filas con Pablo González, López–Asenjo se quedaba solo.

En ese encuentro, preámbulo del cese, se vertieron duras acusaciones contra el entonces portavoz, como la petición de informes negativos sobre el partido y la filtración de los mismos. El presunto ataque directo a Pablo González, instando que la Interventora general del Ayuntamiento llevase al Tribunal de Cuentas la gestión de su predecesor en el cargo, dinamitó la paciencia del PP de Asturias. La suerte estaba echada y no había vuelta atrás. El cese era inminente.

Futuro incierto.

El PP ha reestructurado el grupo municipal, y Asenjo sigue de momento como concejal. También mantienen el mismo reparto de las liberaciones que hasta ahora. La dirección popular quiere ahora calma, evitar un conflicto abierto que perdure el resto de mandato y retomar el rumbo con las vista puesta en las elecciones de 2023. Pero está pendiente de los pasos que dé Asenjo.

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