Un cuadro lleva la firma de su pintor y eso mejor que nadie lo saben en la familia Magdalena pero qué difícil es buscarle autoría a un estilo. A algo que no se ve, que no se toca. A algo que se siente. Julia Magdalena García, la directora del Centro de Educación para Personas Adultas (CEPA), no sacaría de su padre la querencia por la pintura, pero sí puede considerarse la impulsora de una pequeña gran obra de arte. Lo que en el centro que dirige llaman el “Espíritu Cepa”, que no es otra cosa que una forma de trabajar donde prima la cercanía, el esfuerzo y el cariño. Cuatro décadas lleva este centro cambiando la vida de sus alumnos, mérito más que de sobra para llevarse la medalla de Oro de la Villa.

A Julia Magdalena la describen como una persona dialogante, cercana, soñadora y sobre todo, luchadora. Una persona que no se rinde. Y que cuando emprende, lo hace con todas las consecuencias. Una enamorada de la docencia. Alguien que siempre está para enseñar y ayudar. Ya sea a sus alumnos o a sus compañeros. Cuentan en el CEPA que es habitual que cuando alguien tiene un problema acudan a ella para buscar consejo. Se puede decir de ella, que es jefa, lo mejor que se puede decir de un jefe. Que lo es, sin remarcarlo.

La infancia de Julia la pasó feliz entre lienzos y los electrodomésticos de la tienda familiar al pie de la estación de los Alsas. Es hija del añoradísimo pintor Julio Magdalena. Y también de Ana García, una mujer que le imprimió a ella y a su hermana Carmen el culto al esfuerzo, al trabajo y a la formalidad. Decíamos que tuvo una infancia cálida. Marcada por la tierna relación con su padre. Cuentan en la familia una anécdota deliciosa. Y es que solían jugar su hermana y ella con los abrigos de Julio y que a veces le metían muñecas. Y este, tan risueño y despistado que era más de una vez marchó de casa con algún juguete en la pelliza.

Julia Magdalena vista por Pablo García.

Julia Magdalena vista por Pablo García.

De su madre heredó la pasión por la lectura y la literatura. De vez en cuando, escribe algún relato. La vena artística se mantuvo en línea descendente pero no recta. Julia Magdalena no se dedicó a pintar, pero sí se sacó la carrera de piano y de solfeo. La creatividad y la música la lleva a flor de piel. Y sí no que se lo digan a su única hija, Olaya Suárez, con quien está muy unida a pesar de que ella viva ahora en Madrid.

Y es que cuentan en la familia que cuando Olaya era pequeña a la madre se le ocurrían todo el tiempo canciones para detallar qué es lo que había hecho en el día y qué es lo que iban a hacer. Y tanto le gustaba esto a Olaya que siempre pedía más y más a su madre. Se nota que, además de familia, son amigas. Y lo son desde el minuto uno, porque dicen también en su ambiente, que Julia Magdalena le contaba cómo le había ido el día a Olaya cuando esta era una bebé que no sabía aún expresarse con la lengua. Sí lo hacía a su modo, claro, en un lenguaje secreto que solo ellas conocían.

Aficionada a bailar (a bailar de todo, ojo, desde un pasodoble hasta una cumbia latina) es una excelente jugadora de pádel. Licenciada en Magisterio por la rama de Filología inglesa, cursó después Pedagogía. Es directora del Centro de Educación para Personas Adultas desde julio del 2009 aunque antaño ocupó también puestos de responsabilidad. En el CEPA muchos la consideran mucho más que una jefa. La consideran una amiga. Cuentan que dedica gran parte de su jornada laboral a dialogar sobre los problemas. Aunque eso signifique tener que llevarse luego responsabilidades a casa.

Parece redundante remarcarlo pero hay que decir que Julia Magdalena ama la docencia. Cuentan que su gran labor en esta vida es enseñar y ayudar a los demás. Y que no suele haber reto que se le resista. Es alguien que nunca da su brazo a torcer cuando se trata de ayudar a los demás a alcanzar sus metas. Sin importar su edad, ni su procedencia.

Cariñosa, cercana y con capacidad para el esfuerzo, es una mujer que, en definitiva, se hace querer. Tiene una frase que resume su filosofía de vida. “Al final todo saldrá bien. Y si no sale bien, es que no es el final”. Ese lema encaja bien con el “Espíritu Cepa” que no es como una dieta milagro. Este , funciona.