Se puede carecer de las nociones más básicas de cetrería, pero basta una breve charla con Tomás Benéytez Martín para entender que las aves, en particular, y los animales, en general, son su mayor pasión. Benéytez es, junto a Gorka Arrúe, uno de los dos pilares de "Nocturnia", el único documental en vivo de aves rapaces que hay en todo el mundo y que cumple una década maravillando a los gijoneses con sus espectáculos en el Jardín Botánico Atlántico. Hoy, Nocturnia llega a su fin, pero muy probablemente regresará el año que viene para desplegar toda su magia alada en un ambiente idílico, bajo la mirada de la torre de la Laboral, que Benéytez entiende casi como un lugar sagrado.

Mucho hay que contar de este castellanomanchego, quizás uno de los mejores cetreros de España. Como dijo Ortega y Gasset, uno es uno mismo y sus circunstancias. Y las circunstancias de Benéytez hay que buscarlas en Santa Cruz del Retamar, un pequeño pueblo toledano que hoy apenas pasa de los 3.000 habitantes, rodeado ahora, pero sobre todo antaño, de campo, de naturaleza y de biodiversidad. Benéytez es el menor de siete hermanos, cuatro mujeres y dos hombres. Para él, de pequeño, sus hermanos eran algo así como súper héroes. Si ellos fueron los responsables de inculcarle la pasión por la cetrería, el sempiterno Félix Rodríguez de la Fuente fue el colaborador necesario para que esta actividad calase en la familia Benéytez Martín.

Tomás Benéytez tuvo desde muy pequeño aves a su cargo. A los ocho años, lo normal es querer un perro, pero él adoptó un cernícalo. Y a los doce ya cazaba con azor, un ave que parece un primo lejano de las águilas. Tanto le gustaban los animales de pequeño, que sus profesores en el colegio, cuando hacían una visita al zoo, temían medio broma medio en serio que el chiquillo fuera a quedarse a vivir allí. Cuando no estaba en casa o en el colegio, Benéytez se pasaba los días la naturaleza. Buscando todo tipo de animales, fotografiándolos y anotando en un bloc de notas sus características, sus medidas y donde habitaban.

El hombre que guía las aves

Cuando ya fue más mayor, un adolescente, podía pasarse días enteros fuera de casa buscando aves. Encontrar para él un nido de cernícalos era encontrar el mayor tesoro posible. Se pasaba días parapetado, escondido, con su botella de agua y su bocadillo, analizando todos y cada uno de los movimientos de estas aves. Luego ya creció, cumplió 19 años, tuvo coche y viajó por España. Cantaba Sabina aquello de que al amor lo matan los años. No sucedió así con Benéytez. Siguió queriendo a las aves con la misma inocencia que cuando era chico.

El padre de Benéytez regentó una tienda de electrodomésticos. Y su madre, una juguetería. Aficionado a la lectura, si hay un libro que le ha marcado en su vida ese es "Dardo y Huracán" de Miguel Martín Fernández de Velasco. Cuenta la historia de dos halcones amaestrados para la caza por el autor y sus dos hijos. Se habrá leído esta obra por lo menos cien veces. Ya de mayor, trabajó en varios puntos de España. Fue halconero en el Zoo de Madrid que fue donde conoció a Arrúe. Junto a él y junto a la que es su exmujer, que, por cierto, es la hermana de Arrúe, fundaron su empresa, Grupo Aviar. Con ella y junto a su productora When and Where, ejecutan el espectáculo de Nocturnia. Arrúe y Benéytez tienen una amistad tan tenaz, que se consideran hermanos.

El toledano lleva desde hace unos meses viviendo en Maliaño, a cinco kilómetros de Santander. Su profesión no podría ser más curiosa. Es el halconero del aeropuerto cántabro. Para los que no lo sepan, todos los aeropuertos europeos tienen que tener contratado a un especialista para que ahuyente a las aves potencialmente peligrosas en los despegues y aterrizajes de los aviones. En el norte, son, como no, las gaviotas. El cetrero tiene una especial querencia por el norte de España. De pequeño, siempre tuvo claro que quería vivir a la vera del Cantábrico. Con Asturias, además de Nocturnia, tiene un gran vínculo. Una de sus grandes pasiones es la pesca submarina y está federado aquí en el Principado.

Con tres hijos, la intrahistoria de cómo se convirtió en el habilidoso encantador de aves que es hoy también tiene su miga. No hay una carrera ni una FP que te adiestre para la cetrería. Así que Benéytez es, con todas las letras, un autodidacta de los suyo. Y autodidacta, en este contexto, quiere decir que se ha tenido que leer desde tratados medievales del siglo XIV hasta traducir libros en otros idiomas. Ha viajado por medio mundo, para perfeccionar su técnica. Una técnica que lleva diez años demostrando junto al resto del equipo en el Jardín Botánico Atlántico, donde la magia de la cetrería despliega sus alas por el verano y cada vez vuela más y más alto.