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La Providencia se queda en tierra

"Bajasteis con el corazón", dice el cura de una procesión por San Lorenzo que no llegó al mar y que compartió domingo festivo con Roces, Deva, Fano y Carbaínos

Arriba, el grupo Prau Llerón en la procesión de La Providencia. A la izquierda de estas líneas, el taller de instrumentos en Deva. En el sentido de las agujas del reloj, por la izquierda, las fiestas de Roces, la misa de Carbaínos, las pandereteras en La Providencia y las fiestas de Fano. | Marcos León

Una red se extendió ayer a mediodía sobre el aparcamiento del mirador de La Providencia, después de haber encabezado la procesión de las fiestas de San Lorenzo . En torno a la red y frente a la imagen del patrón, algunas integrantes de la asociación de vecinos de la parroquia bailaban danzas tradicionales asturianas al ritmo de las panderetas, después de dos veranos donde la procesión de las fiestas había sido cancelada a causa de la pandemia. La Providencia tuvo su gran domingo de fiesta. Igual que los vecinos de Roces, Deva, Fano y Carbaínos.

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"Este año no bajamos al litoral porque hay mucha pendiente para la gente, que ya estamos entradas en años", explicaba Cristina Menéndez, presidenta de la asociación vecinal de La Providencia, que desde sus inicios –hace 26 años– ha reactivado las fiestas de San Lorenzo en la parroquia. Celebración a la que acudieron con un atuendo especial: "Tanto el grupo de pandereteras, que nos constituimos este año, como las vecinas vamos siempre vestidos de mariñanes", destacaba Menéndez, refiriéndose a quienes viven junto al mar. Las pandereteras no fueron las únicas que amenizaron la fiesta: también el Grupo de Baile Prau Llerón, proveniente de Mieres, había preparado varias danzas acompañadas de gaitas, tambores y panderetas. "Es el primer año que venimos porque el grupo que normalmente hacía esta fiesta, Trebeyu, está en Loriant (Francia) representando a Asturias", explicaba la subdirectora de Prau Llerón, María del Carmen Santos. "Lleva todo un curso preparar el repertorio", añadía también su hijo y director del grupo, Luis Ángel Fernández, quien tuvo ayer un papel protagonista como portador de la imagen del patrón y bailarín. "Intentamos hacer una pequeña representación de todo el folclore asturiano: hoy hicimos una jota a la marina del occidente y una jota de Cangas de Narcea", subrayó Fernández, admitiendo que estaban encantados de bailar en Gijón.

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Quienes también quedaron satisfechos fueron los asistentes. "Estás con tu familia y haces algo diferente: eso es lo que más une", recalcó una joven Carla Sánchez que participó en la procesión como miembro de la asociación vecinal. "Se están recuperando viejas tradiciones, ese vínculo tan importante entre vecinos", celebraba por su parte el hijo de la presidenta de la asociación vecinal de La Providencia, Iñaki García, asegurando que, tras dos veranos de pandemia, acogía las fiestas "con ilusión".

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La misma sensación reflejaba la familia de Ana Toth Nagy, residentes en Francia, pese a que este año echaran de menos la tradicional bajada al mar en la procesión. "Me gusta mucho la celebración porque es muy típica, muy asturiana", destacó su hija, Carmen Lafosse, quien acude anualmente a la fiesta aprovechando que sus abuelos viven en Somió. En cambio, para sus hermanos Rosana y Alexandre Lafosse lo más importante fue el ambiente cristiano. "Es importante que estemos todos juntos para celebrar la religión", reconoció Rosana Lafosse.

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Una vez que los bailes frente al mirador llegaron a su fin, artistas y vecinos pusieron rumbo a la ermita de La Providencia para dar comienzo a la misa. Allí, bailarines y músicos formaron un pasillo cantado por el que el patrón y los asistentes entraron a la capilla. Varias hortensias decoraron el altar en una ofrenda floral.

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"Habéis bajado con el corazón hasta el mar", pronunciaba Javier García, párroco residente en Madrid, en un discurso que daba inicio a la ceremonia que ofició junto a Luis Muiña, párroco de San Julián de Somió. Para García, pese a no haber descendido por el litoral durante la procesión, lo habían hecho con el alma. "Ha sido muy familiar, con mucha alegría después de dos años", resaltó el sacerdote una vez acabada la misa, animada por los gaiteros al ritmo de "Asturias, patria querida". Para el párroco Luis Muiña "había más gente que otros años", ya que, al reducir la complejidad del camino, se unieron muchos asistentes. Por su parte, a Ignacio López, sacristán de la capilla de La Providencia, le emocionó notablemente la celebración. "La pena es que no bajaran al mar", lamentó. Sin embargo, confesó no tener palabras para expresar la felicidad que sentía. "Mientras haya salud, seguiremos luchando por las fiestas", remarcó López.

A pocos kilómetros, se celebraban también las fiestas de Deva, que el año que viene cumplirán 60 años. "No entraba ni un alfiler", aseguraba Aitor Álvarez, secretario de la comisión de festejos, quien afirmaba haber visto "más asistentes que hace muchos años". "La gente nos felicitó, el pueblo está encantado", celebraba Álvarez. Además, ayer cientos de niños se animaron a construir instrumentos con material reciclado, bajo la supervisión de David Varela.

En las fiestas de San Vicente de Paúl, en Carbaínos, los pequeños también estuvieron entretenidos. "Hay una decena de niños participando en juegos infantiles como la cuerda o los sacos", observó la secretaria de la comisión de festejos, Eva Aroca. Este año, confesaba, "hubo menos asistentes" debido a la precaución que tomó la organización frente al coronavirus, reduciendo las fiestas de tres días a uno. Aun así, dio tiempo a subastar el "ramu", que se llevó Roberto Suárez, un pujante habitual.

A su vez, en Roces, que cerrará hoy las fiestas con una misa por los difuntos, también pudieron disfrutar de la rifa del ramo y de una sesión vermú. Mientras, en Fano la afluencia de asistentes fue algo más baja que otros años, pero eso no impidió que hasta 90 comensales disfrutaran de "una deliciosa paella de marisco", como explicó el presidente de la asociación, José Manuel Rodríguez. Hoy cerrarán la celebración con una sesión vermú, una cena, y una gran verbena.

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