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Sonia Fernández y Lauren Castañón, dueños de dos restaurantes situados en la calle Pintor Marola. | Marcos León

Clamor en la hostelería de El Bibio por el cierre de la plaza: "Nunca estuvimos peor"

La cancelación de la feria taurina en la Semana Grande vacía las terrazas próximas al coso: "Ganaremos el 30% de lo que ganamos hace un año"

"Este verano ganaré el 30% de lo que gané el año pasado". Eso dice Lauren Castañón, propietario, junto a su pareja, Sonia Fernández, de dos restaurantes de la calle Pintor Marola, justo al lado de la plaza de toros. Tanto en su local como en todos los que rodean El Bibio –cerrada desde marzo al alegar el Ayuntamiento deficiencias–, las terrazas se mantenían ayer medio vacías en plena tarde, en contraste con la "gran afluencia" del verano pasado. Según los hosteleros, tanto la feria taurina como los conciertos y el "Oktoberfest" atraían a multitud de clientes a los bares y restaurantes de la zona. Ahora, "no hay nada".

"Aquí ya no se organiza ninguna actividad", se queja Castañón, que asegura depender "en gran medida" de la oferta de ocio de la plaza de toros para mantenerse a flote. "El año pasado hubo 22 conciertos del festival Metrópoli, además de la feria taurina", añade el hostelero. Y asegura que este verano los clientes están dejando de acercarse al barrio para consumir en la zona centro, que concentra las actividades de la Semana Grande. "Es cierto que durante los años del coronavirus tuve suerte de que desplazaran muchos eventos del recinto ferial a la plaza de toros", reconoce Castañón. Pero destaca que, antes, "también se celebraban aquí otros conciertos y un festival de la cerveza". Para él, un hipotético regreso de los toros es "muy necesario": "Son días en los que vienen personas de fuera y consumen mucho".

Aroa Fernández, en la calle Ezcurdia. | Marcos León

Y no solo durante la feria. "Antes incluso de que empezara, ya venía la gente a preguntar sobre ella y a comprar abonos. Había mucho movimiento". Un ajetreo que se reflejaba en la caja y que este año se verá reducido a la mínima expresión. "Hoy estuve dos horas descansando, mientras que el año pasado hubiera sido imposible debido a la afluencia de clientes", resalta. Pero no son todo malas noticias para Castañón, a quien hace un mes obligaron a cerrar su terraza interior: "Por suerte, nos han dejado moverla para colocarla junto a la plaza". Aunque esas mesas no tendrán el movimiento de antes.

Tampoco las de la terraza donde Aroa Fernández, camarera de una cafetería de la calle Ezcurdia, sirve a sus clientes. "El año pasado, esto estaba lleno de gente", lamenta. Y añade que "la plaza de toros daba vida cuando se usaba". Pese a ser antitaurina, no está de acuerdo con que se hayan paralizado las corridas de toros y sugiere que "deberían reanudarlas porque la hostelería está sufriendo". En el tiempo que lleva trabajando en el local, dice, le ha dado tiempo a escuchar muchas críticas sobre el cese de la programación de una plaza de toros en la que ahora "no hay ni conciertos".

"Se nota que la gente no viene a esta zona tanto como antes", sentencia Ángel Alfageme, un veterano de la hostelería, que lleva más de cuarenta años dirigiendo el local situado junto al de Castañón. "Durante las jornadas taurinas, no solo venía gente por los toros, sino por el ambiente", resalta el hostelero, que está unido al mundo de la tauromaquia desde niño: "Cuando tenía doce años, veía todas las corridas de toros gratis porque recogía las entradas que quedaban". A Alfageme, la prohibición de las corridas no solo le afectaba en el ámbito personal, sino en lo económico. "Voy llevándolo como puedo", confiesa el autónomo, que este año se ha visto obligado a contratar a un empleado, después de que su hermano, fundador del negocio, se jubilara tras toda una vida trabajando juntos. Ahora, entre el gasto de la luz, la seguridad social y el sueldo del camarero, mantener el negocio se vuelve más difícil. "Con lo que tengo que pagar voy librando, pero muy justo", se queja. Tampoco le ayuda, dice, la subida de precios de los productos: "Todo lo compro carísimo". "Antes, las jornadas taurinas ayudaban a compensar los gastos que teníamos", concluye.

Ángel Alfageme, en su local situado frente a la plaza de toros. | Marcos León

"Ahora el barrio está aburrido", afirma María del Pilar Vázquez, empleada de otro bar de la zona de El Bibio. Al igual que Aroa Fernández, está en contra de la tauromaquia, pero reconoce que el cierre de la plaza le está afectando muy negativamente. "Estamos peor que nunca", protesta. Y destaca que la ausencia de jornadas taurinas está provocando "un verano muy diferente" tanto para ella como para el resto de negocios. Según Vázquez, "los efectos de los toros no solo se notaban aquí, sino en toda la ciudad", ya que otros años, con motivo del ajetreo de esta feria, "gijoneses y turistas consumían en muchos restaurantes y se hospedaba en hoteles". "Semanas antes de que comenzara, ya venía gente", destaca, en coincidencia con Castañón.

No solo los hosteleros han notado las consecuencias de esta reducción de actividades en El Bibio. "Yo soy antitaurina, pero me da mucha pena por los negocios, porque tienen que estar pasándolo mal", afirma Paula Fáez, vecina del barrio. Según sus palabras, "el año pasado, toda la zona estaba llena de gente", lo que asociaba a las corridas de toros y a la celebración del festival "Gijón Life". Todo ello forma parte del pasado. Este verano, los hosteleros del Bibio deben despedirse de su semana dorada mientras luchan por no echar el cierre.

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