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Braulio Sáez García Obispo carmelita de Santa Cruz de la Sierra (Bolivia), oficiará la misa del día de Begoña en la parroquia de Nuestra Señora de Begoña

"Una parte también del socialismo de aquí tiene bastante inquina contra la Iglesia"

"La política debe estar al margen de lo religioso, pero pueden y deben convivir juntos, porque ambos estamos al servicio de la sociedad"

Braulio Sáez, ayer, ante la Virgen de Begoña en los Carmelitas. ANGEL GONZALEZ

Lleva casi toda su vida al otro lado del charco, pero Braulio Sáez García (Burgos, 1942) se considera un apasionado de Gijón. A sus 80 años, es el obispo de Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, pero no pierde oportunidad de visitar la ciudad para reencontrarse con sus amigos la parroquia de Nuestra Señora de Begoña. "Sigo siendo carmelita", afirma el religioso, que oficiará la misa del día de Begoña (12.00 horas) en los Carmelitas.

–¿Por qué decidió irse a América Latina?

–Siempre tuve la inquietud de ser misionero. Desde muy niño. A los 17 años tenía la ilusión de abrirme el horizonte a nuevos mundos. Durante la carrera tuvimos educadores que nos ilusionaban mucho con el tema de misionero, como monseñor Gonzalo Marañón, que fue un gran misionero y murió en África. Tenía esperanza de cumplir ese propósito de jovencito y, al año y medio de ordenarme, me mandaron a América porque sabían que me gustaba. Allí encontré mi felicidad y mi plenitud de vida.

–Lleva toda una vida fuera.

–Llevo 51 años. Primero en Uruguay y después me trasladaron a Bolivia. Primero estuve en Cochabamba, luego en La Paz, y después me hicieron obispo de Oruro, una diócesis que está a 3.800 metros de altitud. Estuve trabajando 17 años en el altiplano, metiéndome en la vida del pueblo, que fundamentalmente son campesinos y mineros. Con la problemática de ambos sectores. Los campesinos prácticamente han desaparecido, pues la mayoría se han ido a las ciudades y solo un resto muy pequeño en los pueblitos. Casi insignificante. Los mineros sí tienen mucho poder, porque la minería está bien cotizada. Estuve muy metido con el mundo laboral, fue una experiencia muy bonita, tanto a nivel de fe como a nivel de fe y a nivel social. Las dos cosas deben ir juntas.

–¿Por qué?

–Porque no sirve uno sin otro. Si uno se hace muy social te quedas en la política. Y si hace muy espiritual te quedas en las nubes y eso no puede ser. La fe nos tiene que llevar siempre a la vida.

–¿Ha cambiado mucho Bolivia y América Latina en estos años?

–Hoy día hay problemas muy serios. Es un mundo que aún no está desarrollado. Son países extractivistas que venden sus productos a otras partes. En Bolivia, por ejemplo, con los minerales o el gas. Además, Bolivia está pasando por una crisis muy fuerte con gobiernos de tipo socialista, muy comunistas. Igual a los que se están implantando por toda América Latina. Solo quedan Uruguay y Ecuador, al margen de Brasil que tiene una persona excéntrica. Es lo que llaman el socialismo del siglo XXI, y no les gustan los valores espirituales de la Iglesia. Ya vemos lo que está pasando en Nicaragua, con una persecución contra la Iglesia. En Bolivia no es tan abierta, pero solapadamente nos están quitando la educación, los medios de comunicación y las obras sociales, porque la Iglesia siempre ha estado metida en la ayuda a los pobres y necesitados.

–¿La izquierda siempre se ha llevado mal con la Iglesia?

–No es cierto. Recuerde la Teología de la Liberación, que estuvo muy metida la Iglesia con los pobres y lo social. Pero en este momento es la izquierda la que ha tomado unas riendas muy distintas de tipo social, pasando a dictaduras democráticas. Es decir, suben por la democracia, pero cuando se instalan son verdaderas dictaduras. ¿Por qué? Porque son el partido, y todo aquello que no es el partido no está bien visto en el gobierno.

–¿Ve posibilidad de cambio?

–A corto plazo muy difícil, porque el socialismo del siglo XXI se está expandiendo. Y sabemos que todo eso no ocurre por las concepciones ideológicas de los países, sino porque exteriormente hay muchísimo capital invertido para apoyarlo. Se está apoyando el cambio de mentalidad de esta sociedad en la que estamos viviendo.

–¿Y cómo ve España cuando llega de visita?

–Muy confuso también (risas). Una parte también del socialismo de aquí tiene bastante inquina contra la Iglesia y los valores religiosos. Por otra parte, veo un materialismo, un hedonismo y un afán de vivir, de pasarlo bien y de dejar las cosas espirituales para otro tiempo, no para este.

–¿Por qué la Iglesia ha llegado a este punto? ¿Ha fallado el mensaje?

–Por supuesto que estamos fallando. Eso mismo que está pasando en España ocurre en América Latina. Las vocaciones hoy día son muy difíciles, no hay jóvenes que quieran consagrar su vida a un ideal como la vida religiosa. Pero también es la sociedad de consumo que se ha implantado, una vida más fácil que elude el sacrificio, la responsabilidad y los valores espirituales. Creo que eso es grave. El hombre tiene una dimensión espiritual, siempre. Y ahora estamos acallando a Dios en nuestra conciencia.

–¿Le gusta el día de Begoña?

–Soy muy amante de la Virgen en sus distintas advocaciones. La Virgen María que eligió Dios para ser madre de su hijo. El amor y el cariño, la devoción, le ha ido poniendo distintos nombres por circunstancias, lugares o advocaciones... He estado varias veces en Gijón. Mi hermano Domiciano, también sacerdote carmelita, estuvo aquí hasta que falleció hace cinco años y venía a visitarle. Me enamoré de Gijón porque es una ciudad bellísima, su orden, su verdor, sus playas y la gente es muy cariñosa. Me une también una gran amistad con el padre Fidel Gil, desde que teníamos 12 años, y al padre Ángel Iruzubieta. Llevo 35 años de obispo, pero sigo siendo carmelita, me hace mucha ilusión.

–¿Sabe que hay en marcha un reglamento de laicidad en Gijón?

–Estoy al tanto. Hasta ahora en América la Iglesia estaba cercana a las autoridades, que participaban en las funciones religiosas y viceversa. La Iglesia tiene que estar en comunión con el pueblo de Dios. La política debe estar al margen de lo religioso, pero pueden y deben convivir juntos. Ambos estamos al servicio de la sociedad.

–¿Se jubilará algún momento?

–No lo sé. Posiblemente pueda venir a España. Y ojalá que sea en Gijón (risas).

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