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Crítica / Música | Musicólogo

Otra música es posible

Víctor Coyote exhibe eclecticismo en su concierto de la plaza Mayor

El tiempo volvió a ser protagonista: finales de julio, sábado y concierto en la plaza Mayor son ingredientes que por sí solos deberían asegurar un lleno sin paliativos; sin embargo, el orbayu que cayó durante toda la jornada no animaba a salir de casa. Los valientes que acudieron a la cita con Víctor Coyote pueden certificar que asistieron a un concierto diferente, poco convencional, una propuesta que mezcla de forma inteligente repertorios, estilos y tradiciones sin caer en las convenciones manidas de la "world music".

Este gallego no hace música de masas, tampoco lo pretende, sino que apuesta por un sonido personal que configura desde la impostación de la voz a la reducida selección de instrumentos en las canciones. El pasado sábado, antes de que comenzara el recital, llamaba la atención la economía de medios en el escenario: un set de batería sin timbales aéreos, varios micrófonos y un pequeño amplificador de guitarra. Efectivamente, no había bajo, pero tampoco se echó en falta, porque los soportes rítmicos y armónicos van por otros derroteros en esta propuesta. Con estos medios, Víctor Coyote y sus músicos ofrecieron más de una hora de música con raíces en ambos lados del Atlántico y con alguna incursión puntual en el Mediterráneo en forma de canción napolitana ("María, Mari") y griega ("Yo, el extraño"), con la que comenzó el concierto.

Sonaron principalmente temas de su último trabajo ,"De pueblo y de río" (2014), donde encontramos un calypso panameño ("Love letters"), un bolero de Vicentico ("Plazos traicioneros") o una canción portuguesa popularizada por Amalia Rodrigues ("Havemos de ir a Viana"). También tocó "Verbenita", un tema que comenzó "a capella" y acompañado de pandereta y que combina elementos de la tradición popular gallega con el marcado pulso de las "canciones de trabajo" del blues. En la primera tanda del concierto Coyote hizo gala de una ironía que ha jalonado toda su carrera y que se remonta a los tiempos de la "movida" viguesa, en temas como "Tengo 5 o 6 camisas" o "La lógica de los ópticos".

Todo estaba muy cuidado para no caer en tópicos, para escapar de lo convencional, aunque se podía respirar un aire de reminiscencia "rockabilly" en gran parte de las canciones: será por la voz, por el peso de la caja en la batería o por la reverberación y los "bending" de la guitarra; son demasiados años merodeando ese estilo como para que no haya dejado poso en la música de Coyote. Un claro ejemplo lo encontramos en "Zona oscura", una canción larga, digna de cualquier banda sonora de Tarantino y en la que se pasa de momentos de suspensión total con un compás apenas perceptible a otros de intensa catarsis. Cerró el concierto con uno de sus temas con solera: "Yo que creo en el diablo", que discurrió con todo el tren y la fuerza del "rockabilly". El público iba y venía, lo mismo que la lluvia, pero al final de la noche ya había más de un centenar de personas hipnotizadas por una música difícil de encontrar en las radiofórmulas o en las listas de éxitos.

Y es que Víctor Coyote es una muestra más de que no todo está inventado, de que en la música aún quedan muchos caminos por andar; sin duda este Coyote consigue hacernos creer que otra música es posible.

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