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Coches al paso de la oca por Gijón

Contra la decisión municipal de imponer la circulación a veinte kilómetros por hora en la zona centro

Las obsesiones municipales van por épocas. Hubo un tiempo en que algún concejal quería cortar los edificios del Muro para que volviera la sombra al paseo. Ahora está la obsesión del Plan de Movilidad, que, a falta de mejores ideas para resolver problemas más acuciantes de la ciudad (estación ferroviaria, túnel subterráneo inutilizado, empleo?) se escudan en la guerra de guerrillas contra el coche, dirigidos por el Jefe de tráfico, Ignacio Díaz. Que dentro de unos años nadie sabrá de él, salvo por los destrozos viarios que puede llevar a cabo si lo dejan.

Decir que en Gijón hay contaminación, cuando desde el mar hay una corriente de aire continua que va desde los treinta a los sesenta kilómetros por hora es una broma pesada. Mientras la ciudad crece, aumenta el número de vehículos y se incrementa el desarrollo, este señor quiere parar el mundo. No quiere más aparcamientos, cuando los vecinos que pagan la zona azul ven año tras año cómo menguan los lugares y aumentan las cuotas, en un proceso, que podría acabar en lo judicial, si las asociaciones de vecinos no fueran un reducto de aburridos jubilados jugando al parchís en locales facilitados por el consistorio. Los munícipes debieran renunciar a sus tarjetas de aparcamiento privilegiado para estar en igualdad de condiciones que el resto de ciudadanos.

Hace poco, se reunieron nada menos que 78 entidades para dilucidar el plan de movilidad. No puedo creer que haya tantísimas entidades con algún tipo de interés en esto de la vida diaria de los gijoneses. Me pregunto cuántos expertos en urbanismo, sociología, antropología, economía y todo lo demás necesario para poder manejar al personal por la calles, había entre toda esa gente. A lo más llamativo que han llegado, tras sesudos debates, ha sido a presentar la opción de ir a 20 kilómetros por hora por las calles gijonesas.

Como explicaron en estas mismas páginas de LA NUEVA ESPAÑA asociaciones de motos y turismos, la mecánica no está preparada para ir a esa velocidad continua. Contamina más un coche a 20 que a 40 etc. Y, llegado el caso, cuando aparezca una ambulancia, o un vehículo policial, un taxi con un usuario, que paga un recorrido en función del tiempo y el espacio, un repartidor de mercancías, o los autobuses municipales, triplicando el tiempo de recorrido, ¿tendrán que ir en la caravana de los 20 por hora? A lo mejor este señor del tráfico no se enteró de que en el Muro ya se circula a esa velocidad durante todo el verano después de la construcción del carril bici.

Un elevado porcentaje de vehículos, que en determinadas horas ruedan por algunos barrios, no van a ninguna parte, están buscando los aparcamientos que la municipalidad no facilita, que es su obligación, porque hay muchos propietarios de vehículos que no pueden pagar 1.000 euros al año por una plaza de garaje, que tampoco hay. Por eso los contribuyentes demandan aparcamientos, pues tienen los mismos derechos que todos los demás, y a los que se quiere satanizar como si fueran verdaderos depredadores urbanos. Cuando pagan un impuesto de circulación, un aparcamiento regulado, un impuesto de combustible, multas y daños nocturnos.

La autoridad municipal tiene que gobernar para todos. Y en una ciudad con una población muy envejecida no se le puede exigir a mucha gente ir en bici por ahí alegremente. Hay derechos que se sobreponen sobre otros en función de los empujes con que cuentan y de los intereses que mueven. Y la pasividad de mucha gente dispersa no está representada en ninguna parte.

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