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Cincuenta epístolas a "Bilbo" (XV)

Dichosos los perros en su bendita simpleza, en sus hábitos básicos y su cálido universo

Reapareció, cuando uno menos se lo esperaba, el okupa que afecta lenguaje y modos de filósofo a la barata y nos administró una tollina de campeonato, una zurra apoteósica. A destajo, de esta manera habló:

Los nuevos eremitas viven más solos que la una, sin red que los ampare o galimatías que les valga: Facebook, Twitter, Google, Linkedln, YouTube, Instagram, Tumblr, Pinterest, Imgur, Flickr, SoundCloud, Foursquare, MySpace, Meetic.es, Fotolog, Tuenti, Sonico, hi5, 4chan, Vimeo, Tagged, Ello.co, Badoo, Snapchat.com, Medium, Reddit, devintART, Viadeo, Last.fm, XING?

Los modernos ermitaños transitan, deambulan más solos que un leproso, que un recluta en la garita, que un niñato sin teléfono móvil. No saben qué hacer cuando sienten que la ciudad que los acogió siempre de buena gana ahora los repele, los repudia. Sus caras pánfilas denotan no entender ni papa. No saben qué hacer cuando la pereza, la flojedad, la tristeza, la angustia los disuaden de patear de ordinario sus calles, plazuelas y recovecos. No saben qué hacer. Acedias y amarguras irremediables los roen por dentro, les carcomen la salud y la virtud. No saben qué hacer cuando se recluyen largos ratos en la esquivez del jardín más cutre de la urbe y observan a una gaviota disputar el pan a un revoltijo de palomas e hincar una y otra vez el pico en las casquerías de una de ellas muerta en medio de revoloteos y enredos columbinos.

¿Qué hacer: huir, vegetar, escribir?

No aciertan a salir de ese estado de perplejidad que producen la incipiente fatiga de vivir y la incapacidad de acomodarse a los usos y costumbres del momento. Se sienten desubicados en el espacio y en el tiempo. Igual que una bandada de pulpos en un garaje.

Se contemplan desconcertados y mustios, como el caracol encaramado a la cima de la tapia del huerto en un mes invernal, expuesto a las inclemencias, avanzando cansino por las rugosidades de la piedra sin que apenas nada le atice la lumbre amortiguada, desanimada de los ojos.

-Dichoso tú, cacho perro -te espetó a quemarropa el innombrable filósofo okupaepístolas-, bendita la inopia que te ciñe, la simpleza que te guía, la elementalidad que te nutre. Envidia me dan las rabotadas de buen contento, los ladridos de arbitraria exigencia, los hábitos del sueño, las manías del juego, las repetidas secuencias del yantar.

-Los solitarios humanoides de los tiempos que corren -intervine yo, por aquello de cortar por lo sano tanto palique destemplado- se mueren de envidia, en efecto, se comen las uñas, se pirran, a buen seguro, por disponer de tu diminuto, acotado, restriñido, incomplejo y cálido universo, "Bilbo".

-A buen seguro que sí -sentenció el pelma de marras con aires de teatral suficiencia, el índice de la mano derecha tieso, estirado hacia los cielos. La viva estampa de una marioneta antañona, de un títere desacreditado por completo.

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