A principios del siglo XX, además del ingenio, los gijoneses disfrutaban del baño estival con seguridad aplicando la lógica, evitando los sustos que producen las corrientes de resaca a los bañistas y usuarios que disfrutaban de los arenales con simples paseos.
Utilizando líneas de maroma que discurrían a través de pies derechos hincados en la arena, permitían a los bañistas aferrarse en caso de apuros. En bajamar, las estachas servían de tendal para airear prendas de vestir, baño y trapos que hacían las veces de toalla.
Pensar en una medida tan eficiente para los tiempos actuales pasa por la bondad de las distintas administraciones bajo el paraguas de la Ley de Costas, en particular los municipios que asumen -por delegación- las competencias de: "Vigilar la observancia de las normas e instrucciones dictadas por la administración del Estado sobre salvamento y seguridad de las vidas humanas" recogido en el Artículo 115 de la Ley de Costas, modificada en 2013. Las estachas con sendas balizas flotantes evitarían sustos y disgustos en las playas, todo esfuerzo es poco siempre que se pueda salvar una vida.