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Maribel Lugilde

Anomalía

Laboral Centro de Arte, el pequeño gigante se despieza

Cuando Laboral Centro de Arte estaba a punto de abrir sus puertas con Rosina Gómez Baeza al frente como alma mater, una de las personas que había compartido trabajo con ella en el recinto ferial de Madrid, Ifema, y particularmente en la feria de arte Arco, me felicitó por nuestra suerte como gijoneses. En toda gran trayectoria profesional internacional, me vino a decir, siempre llega el momento del retorno, de volver la mirada al lugar donde se nació para compartir allí el patrimonio de la experiencia acumulada, el saber hacer.

Estuvo claro desde el principio que el proyecto no se parecía a cualquier otro de nuestros equipamientos culturales. Su vocación era la vanguardia artística, la investigación, la experimentación. Para ello era imprescindible trabajar en red, implicar a otros centros y talentos del mundo. En ese universo de élite creativa internacional, Rosina se movía como pez en el agua, al igual que quienes la sucedieron. Hasta su última responsable, Karin Ohlenschläger. Los proyectos iban surgiendo y Laboral fue forjando su historia. El único detalle discordante es que ésta iba en paralelo a la de la propia ciudad, con escasas ocasiones para admiración colectiva.

Y es que dos pequeñas grietas se fueron abriendo en esta bella anomalía nuestra de Laboral. De un lado, no consiguió implicar a la ciudadanía, sufragadora final del engranaje. Y ésta fue la otra vía de agua. Porque si bien es cierto que la entidad está regida por una fundación, forma jurídica ideal para la incorporación de empresas, particulares, mecenas entusiastas de la causa artística, en realidad su financiación siempre fue responsabilidad de la consejería del Cultura y, complementariamente, el ayuntamiento de Gijón. Esto exige cierta rendición de cuentas en el propio territorio, más allá de la reputación internacional. Especialmente cuando el déficit creció.

La cultura es gasto, sí, pero ha de tener un retorno tangible para quien lo asume, especialmente con dineros públicos. Era doloroso ver las salas vacías, el público escaso, casi simbólico, en actividades organizadas con mimo pero sin proyección local. Una honrosa excepción: el festival internacional de creación audiovisual, LEV. Si hay un punto de encuentro entre la dimensión experimental y la curiosidad colectiva, Laboral pocas veces lo alcanzó. Y ése era también su objetivo: el retorno.

La consejería de Cultura busca dar un golpe de timón a este equipamiento mucho más nuestro de lo que creemos. No sé si sabe lo que quiere o sólo lo que no le gusta. Conviene tener claro a dónde se va, construir sobre lo conseguido y explicarlo. Porque ahora mismo la impresión es que nuestra pequeña gran anomalía va camino del desguace.

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