La mareante inversión de 2.000 millones que planea un grupo de Singapur para El Musel pende del hilo verde de Teresa Ribera, ministra archiconocida en Asturias por su lupina voracidad descarbonizadora. Eso lo sabe ya en Gijón cualquiera con mando en plaza, pero la reacción no ha sido unánime. Frente al ánimo colaborativo y esperanzado que han mostrado el Puerto, el Ayuntamiento y la Cámara de Comercio, sorprende que el Principado se haya tapado detrás de un muro de silencio, a pesar de que es la Administración que mejor conoce el plan para desarrollar el complejo gasístico en la explanada de Aboño porque ha atendido a sus impulsores en varias ocasiones desde hace año y medio. Ponerse de perfil, quedarse parado o rechazar sin argumentos sólidos un proyecto de esta envergadura es inadmisible para alguien con responsabilidades públicas. Las respuestas, en este caso, son obligatorias.
