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Movimientos telúricos en La Habana

Hace ya tiempo que se conoce que los terremotos vienen precedidos de algunos movimientos sísmicos de mayor o menor intensidad, de ahí el interés por instalar sismógrafos en zonas de historial con terremotos, inicialmente, y hoy a lo largo y ancho del mundo. En Cuba hay señales.

Cuando la Revolución llegó a La Habana contaba con el apoyo, casi unánime, de la cultura cubana. Salían de la dictadura de Batista y la explotación de la mafia norteamericana, y es comprensible que esperasen algo mejor de lo que tenían. Pero poco les duró la alegría.

Los Castro traían la lección aprendida en cuanto al control de la cultura al modo soviético. Los creadores debían trabajar por la Revolución, había que construir el “hombre nuevo” y la cultura debía cooperar. En primera división quedaron los afines o sumisos, como la “nueva trova” de los Rodríguez y Milanés; hubo otros que no lo aceptaron y su pago fue un exilio que no les perdonó ni muertos, como Bebo Valdés o Cabrera Infante; atrás quedaron los más castigados, silenciados en vida, como Lezama Lima, convenientemente recuperados tras su muerte para gloria del régimen.

Esa fue la norma durante sesenta años, pero ahora, con “el hombre nuevo” ya viejo y sin conocer más que la miseria moral y económica de la Revolución, otras generaciones emergen, y, lo que es peor, con un cierto acceso a la información que les da ganas de vivir libremente, especialmente en el mundo de la cultura.

El Movimiento San Isidro es una organización de artistas creada hace un par de años con la finalidad de luchar por los derechos culturales y civiles de la sociedad cubana; tienen un local que fue asaltado por la policía para detener a un rapero posteriormente condenado a ocho meses de prisión. Siguió un encierro y nuevo asalto, lo que provocó una concentración de artistas e intelectuales este viernes ante el ministerio de cultura, limitado por el cierre de calles policial.

La novedad fue el recibimiento de una delegación por el viceministro de cultura, y tras horas de discusiones un acuerdo sobre diversos puntos relativos a la libertad de expresión “cultural”, algo que parecía un logro epocal. Pero efímero.

Poco le faltó a Díaz Canel, el presidente delegado, para condenar horas después a los concentrados como agentes del satánico imperio yanqui, lo que avisa de movimientos telúricos. La vieja guardia, Raúl y su gerontocracia, no está por la labor de una apertura en el régimen; la sociedad cubana, encabezada por la cultura, tendrá que seguir porfiando como estos últimos días y, finalmente, Joe Biden no va a encontrarse las cosas hechas en relación con el problema cubano.

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