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Felicidad

Paz interior para quien tiene la capacidad de empatizar con lo que siente un toro en la plaza

Felicidad podría resumir toda mi opinión en una sola palabra. No siento más que eso ahora mismo, tras leer la noticia del final de las corridas de toros en El Bibio. Felicidad.

Supongo que en estos días se harán muchísimos análisis, que se utilizarán como arma política, que se retorcerán las palabras y los argumentos de todo el que opine de una manera o la contraria, pero yo estoy feliz.

Feliz como quien tiene la capacidad, por suerte o por desgracia, de empatizar con lo que siente un toro en mitad de una plaza, estresado y con miedo, que muere acuchillado mientras pierde su sangre por diferentes partes de su cuerpo. Cuando te ha tocado sentir esa empatía, pensar en el toro que no pasará por ese trance en agosto de 2022, te hace feliz, muy feliz. Sin más.

Se harán comparativas, las más odiosas, sobre otros animales que ciertamente sufren, sobre las luces y las sombras de cada uno, incluso llegando al insulto personal, porque nos creemos en nuestra incoherente racionalidad que la muerte a cuchilladas de un toro es un asunto de personas, de gustos, porque en nuestro antropocentrismo la doctrina marca que los intereses humanos son aquellos que deben recibir atención moral por encima de cualquier cosa. Y cualquier cosa, en este contexto, es un toro sufriendo para morir mientras escupe sangre.

Y podrán debatir sobre el nombre del toro y el de su abuela, sobre las motivaciones que llevan a los humanos a tomar una decisión u otra, sobre por qué y cuándo se precipitan las cosas, pero es tan plena la paz interior que produce la noticia que nada puede ahora mismo empañar esa felicidad.

No me alegro por quién esté triste hoy o enfadado. Entiendo que no me entiende, que no comprende este sentimiento, pero así lo siento. Felicidad.

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