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Xixón y su verano hot-jazz del 42

Las citas musicales en tiempo de dictadura

El 28 de agosto de 1942 los periódicos locales anunciaban el repertorio con el que la madrileña “Orquesta Casablanca” se despedía de la ciudad de Xixón (volverían a repetir el día treinta de ese mes a petición del público) tras casi dos meses actuando en el Parque Japonés (Palacio de los Parques). Dedicado “a los amantes del jazz”, entre los principales títulos que iban a tocar se reseñaban: “Lady be Good”, “Chinatown my chinatown”, “Serenade in blue”, “St Louis Blues”, “In the mood”, “The sergeant”. Todo un elenco de clásicos de la historia del género jazzístico, aderezados por composiciones propias de miembros de la banda, también con sabor afroamericano, como “El trompetista loco” del célebre e indispensable, para la historia del jazz en España, trompetista Joe Moro.

La “Orquesta Casablanca”, “conocida radiofónicamente por Orquesta Madrid”, tal como se recogía en la galleta de sus discos de pizarra, está considerada como una de las más emblemáticas en la práctica del jazz en la dura y cruenta posguerra española. Su fama no sólo alcanzaba al ámbito nacional sino que se extendía también al internacional (Francia, Alemania, Senegal, Inglaterra, Bélgica…), llegando a acompañar al saxo tenor Coleman Hawkins en una gira europea.

Durante los diez días anteriores a su debut en Xixón, el periódico “Voluntad”, propiedad de Falange Española Tradicionalista y de las JONS, publicó unas breves biografías de cada uno de sus componentes. El objetivo era, como rezaba la primera de ellas: “que el público gijonés se dé perfecta cuenta de la mucha valía de dichos elementos”. A parte del citado Moro (con colaboraciones con George Johnson, Vladi Bas, Pedro Iturralde, Canal Street Jazz Band…) destacan, entre otros que conformaban la Orquesta, músicos como el violinista, de origen “playu”, Jesús Fernández, con una sólida formación clásica (premio Sarasate en 1924) y querencia por el jazz; Reyes Lozano, batería y bandoneón, seguidor de Gene Krupa; Samuel Herrera, director de la Casablanca, multiinstrumentista (saxo, flauta y bandoneón) y autor del fox “Sol de hawai”; así como Antonio Valero, saxo tenor y autor también de unos cuantos temas de inspiración jazzística.

Todos los integrantes de esta afamada banda contaban con formación en música clásica, lo que les permitía introducir en sus conciertos piezas de compositores como Albeniz, Verdi, Offenbach, Falla, Rossini, entre otros muchos. Complementaban este repertorio, incluidas además peticiones del público, con “exhibiciones de música variada”, expresión con la que publicitaban sus conciertos. Todo un amplio elenco de estilos, donde a los ya citados (música clásica y afroamericana) se le unían ritmos del orbe latino, contando también algunos días en sus actuaciones en Xixón con la participación de la cantante Conchita Muñiz, apodada la reina del fox. Este maridaje musical no gustaba al sector más reaccionario del franquismo, tanto al mediático como al institucional, que finalmente ese mismo año (a principios de agosto) prohibió expresamente, vía el Sindicato Nacional del Espectáculo, que las orquestas de jazz o de variedades, introdujesen en sus conciertos música clásica, buscando así impedir cualquier tipo de fusión entre estos géneros.

El consumo más intelectualizado del jazz en las últimas décadas del pasado siglo y de lo que va del presente, ha borrado buena parte de los orígenes musicales de este género netamente asociados al baile. Puede así en la actualidad extrañar a muchas personas el que en España, y en concreto en Asturies, en los primeros años del régimen dictatorial franquista todavía perviviera la misma. Máxime si tenemos en cuenta, o puede que por causa de ello, que el período autárquico-represivo que se inició en España tras la finalización de la guerra civil tuvo duras repercusiones en la población. Por un lado económicas (con graves problemas de abastecimiento de alimentos de primera necesidad) que se prolongarían hasta finales de los años cincuenta; y por otro lado políticos y sociales, con una implacable censura y cruel persecución de cualquier atisbo de disidencia al credo ideológico franquista. No obstante, la ciudadanía buscó denodadamente mecanismos para hacer frente a tales adversidades, y la música, y más concretamente, aunque no exclusivamente, el jazz, fue uno de ellos, y en el verano de 1942 en Xixón así ocurrió.

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