La primera modificación del presupuesto municipal de 2022 recuerda mucho, salvando todas las distancias, a esos “decretos ómnibus” que de vez en cuando se sacan de la manga los gobiernos nacionales para que asuntos espinosos pasen el filtro parlamentario porque van mezclados con otros irrenunciables (muy sonada fue la aprobación hace meses del uso obligatorio de las mascarillas en el exterior dentro de un paquete que recogía cuantiosas ayudas a las rentas bajas). Una por una, casi todas las propuestas del equipo de Ana González parecen razonables, pero son de naturaleza tan distinta que resulta complicado decantarse por un voto favorable o en contra de manera global, por no decir que implicará un excesivo ahorro del debate político. Meter tanto en el mismo saco, incluso sabiendo que muchas obras precisan urgencia, reducirá seguramente la carga burocrática, pero a costa de ganar opacidad.
