Una vez desbloqueada la reforma y fusión de los dos planes urbanísticos de Cimadevilla, una de las decisiones políticas más acertadas del mandato municipal, toca ahora pedir ambición para que el movimiento no se quede en cuatro remiendos, como inicialmente se barajó. Esta oportunidad debería trascender el encaje de importantes proyectos sobre la mesa (la habilitación de un hotel de cinco estrellas en la antigua sede del Puerto, la construcción de un aparcamiento subterráneo en Claudio Alvargonzález o la transformación de Tabacalera) para ser un antídoto frente a la degradación que sufre el barrio alto desde hace década y media, afrontando problemas como los solares vacíos o las viviendas en ruina. Abierto el melón, sería una pena dejarlo a medias.
