Un año y nueve días quedan para el centenario de la muerte de Rosario de Acuña, tiempo de sobra para que los gestores culturales del Ayuntamiento elaboren un programa de actos a la altura de la pensadora, que muchos siguen conociendo más por su casa que por su legado literario a pesar de los esfuerzos de difusión realizados durante las últimas décadas. No podrá decir ningún dirigente que la efeméride le cogió por sorpresa porque desde hace unas semanas el profesor Macrino Fernández publica en estas páginas una serie dedicada a esta adelantada a su época, que rompió techos cuando eran de acero y no de cristal, y porque la exalcaldesa Paz Fernández Felgueroso pidió para ella un homenaje en un acto público hace unos días. Colocar placas identificativas en el paseo que lleva su nombre podría ser un buen comienzo.
